domingo, 28 de junio de 2020

miércoles, 24 de junio de 2020

Descripción de las partes de la Santa Misa


El sacerdote se dirige al altar "Me alegraré porque me dijeron: Iremos a la Casa del Señor".

El sacerdote da comienzo a la Santa Misa con la señal de la Cruz y el acto penitencial.

Dirige la plegaria al Padre por mediación de Jesucristo y en unión con el Espíritu Santo, orando por las necesidades espirituales y materiales de los hombres.


Lectura de las Sagradas Escrituras. Se lee un fragmento del Antiguo Testamento o de las Cartas Apostólicas y otro de los Evangelios.

Eleva la patena con la hostia. Pone en el cáliz el vino (con un poco de agua) que se convertirá en la Sangre de Cristo.

Ofrecidos a Dios el pan y el vino, ruega a los asistentes se unan a él para ofrecer al Padre el Santo Sacrificio.


"Este es mi Cuerpo". Pronunciadas estas palabras, el sacerdote muestra a los fieles la Santísima Hostia que es el Cuerpo santísimo de Cristo.

"Este es el cáliz de mi Sangre". También el vino se ha transformado en la Preciosísima Sangre de Cristo, y el sacerdote la presenta a los fieles para que la adoren con fe.


"Habiendo tomado el pan lo partió" (Mt. 26, 26). Es el símbolo de la distribución de la Eucaristía, que es la participación en el mismo Cuerpo de Cristo, fundamento de la unidad de la Iglesia.

La Comunión del sacerdote es obligatoria en la Misa, por ser esta un banquete sacrificial.

"Tomen y beban". El sacerdote cumple el mandato de Cristo. La Sangre es la manifestación del Sacrificio realizado en la Misa.


Aunque la Comunión de los fieles no es obligatoria, es sin embargo la participación más íntima y completa del Sacrificio que han ofrecido uniéndose al sacerdote y un anticipo de la vida gloriosa en el banquete celestial.

Como lo hizo Jesús, el sacerdote despide a los asistentes, otorgándoles la bendición divina, para que vayan a sus deberes, unidos con Cristo en el sacrificio cotidiano de la vida.


sábado, 20 de junio de 2020

miércoles, 17 de junio de 2020

BREVE EXPLICACIÓN DE LA SANTA MISA


Aclaración: Si bien estas consideraciones, fueron escritas para seguir la Santa Misa "de Siempre", celebrada según el Misal Tridentino, están cargadas de piedad y de la doctrina perenne de la Santa Madre Iglesia. Salvo por algunos detalles,  nada impide  que pueda usarse sin mayor inconveniente como preparación para la llamada Forma Ordinaria del Rito Latino. Seguramente, será muy útil para aumentar la devoción, el fervor y comprender mejor el Santo Sacrificio de la Misa. 
Estos párrafos, no pretendían ser una explicación muy al detalle de las rúbricas, si no que, más bien eran una guía para la oración. Es por ello que, más allá del Rito al que se esté acostumbrado, estoy seguro, que este texto transcripto, hará mucho bien a quienes asistan a la Santa Misa.  
                                                                                             Nichán

     

El sacerdote empieza con la señal de la cruz, principio de todas las obras del cristiano. Después dice alternando con el monaguillo la antífona Introibo ad altare Dei (Subiré al altar de Dios) y todo el salmo 42, en que con reverencia humilde y confiada se expresan los sentimientos de deseo, esperanza y temor del alma en presencia de Dios.

Luego, rezará el Confíteor (Yo confieso) con el que el sacerdote hace pública declaración de sus faltas, al que le responden por boca del monaguillo, todos los asistentes con la expresión de los mismos sentimientos de confesión y de súplica.

Seguidamente el acólito, recitará el Confíteor (Yo confieso) en el que están representados los fieles.

El sacerdote sube al altar; pero como lleno de un santo temor a medida que va subiendo, como Moisés al subir el Sinaí, siente que aquel pavimento es santo, y recita dos breves oraciones llenas de humildad.

Ahora, el celebrante irá hasta el misal, y haciendo la señal de la cruz, leerá el Introito. Este es un versículo de un salmo y su antifona, que antiguamente se cantaba mientras el sacerdote entraba en el templo para celebrar la Misa. De ahí su nombre.


A continuación se recitan los Kyries, que son una exclamación de dolor, pero a la vez están llenos de confianza en la Divina Misericordia. Constituyen una forma muy compendiada, un diminuto vestigio de la antigüa letanía en la cual iban comprendidas súplicas para todas las necesidades de la Iglesia.

En las Fiestas sigue el rezo del Gloria. Sus primeras palabras fueron bajadas del Cielo y cantadas por los ángeles en el nacimiento del Salvador. El resto es como un desarrollo de esa introducción. Demos a Dios la gloria que le es debida, pidámosle la paz que no puede dar el mundo, y que aquellos ángeles anunciaron a la tierra.

El celebrante reza la Oración Colecta. Esta parte de la Misa es así llamada por ser una oración hecha en nombre de todos los fieles reunidos y el compendio de todas sus peticiones.  Se termina en nombre de Jesucristo, para mostrar que no tenemos acceso cerca de Dios sino por Aquel que tomó sobre sus hombros el peso de nuestros pecados.

Siguen las lecturas. En primer lugar la Epístola. Las epístolas, así como las oraciones, varían frecuentemente. Están tomadas de las Cartas de los Apóstoles o del Apocalipsis, algunas veces de los Hechos de los Apóstoles o del Antiguo Testamento. En los primeros tiempos, se recitaban muchas otras lecturas, como sucede actualmente en algunas Misas de Vigilia de Fiestas Solemnes.

En segundo lugar, se recitará el Gradual. Se llama así el salmo que sigue a la lectura de la epístola, porque se cantaba antiguamente en las gradas del lugar donde se habían leído las Escrituras. Suele ser el que exprese mejor el pensamiento principal de la lectura, a fin de que los fieles la graben más fácilmente en su memoria y hagan de ella la inspiración de sus meditaciones.

A continuación vendrá el Aleluya. Es una expresión de alegría que resuena sin cesar en el Cielo, como dice el Apóstol San Juan. Por eso, la Iglesia lo recita al principio del gozo con el que exclama al acercarse la lectura del Evangelio. Las palabras que acompañan esta exclamación, nos preparan para escuchar lo que el mismo Jesucristo va anunciarnos y nos enseñan la aplicación que debemos hacer de sus palabras a nuestras propias vidas.

En los días consagrados a la penitencia o el dolor, no canta la Iglesia el Aleluya. Solo nos invita a escuchar en un Tracto sus acentos de duelo.

Finalmente, no son ya los Profetas ni los Apóstoles quienes nos enseñarán: el Señor mismo es quien va hablar en el Evangelio. Levantémonos y mostremos nuestra disposición para seguir a Jesús. Marquemos nuestra frente, labios y nuestro corazón con la señal de la Cruz. Esta señal fortalezca nuestra mente y la arme contra los respetos humanos. Santifique nuestros labios comunicándoles la sabiduría y la Verdad. Purifique nuestro corazón y le de vigor contra las seducciones del mundo y del infierno.


El Credo se compone de tres partes distintas. La primera se refiere al Padre y las obras de la Creación. La segunda al Hijo y las obras de la Redención. La tercera, al Espíritu Santo y las obras de la Santificación. Al mandarlo rezar la Iglesia inmediatamente después del Evangelio, quiere que hagamos profesión de creer todas las verdades que encierra, y nos preparemos a la inmolación del Cordero con el sacrificio del espíritu y del corazón a las verdades que Dios ha revelado.

La antífona del Ofertorio es, a veces una oración otras una alabanza y no pocas veces una enseñanza. Recuerda la antigua costumbre que tenían los cristianos de llevar sus ofrendas al altar. Este pensamiento está enunciado según el espíritu de la festividad que celebra la Iglesia. Tratemos de comprenderlo, para unirnos más plenamente al Sacrificio de la Misa.

La ofrenda más agradable que podemos ofrecer a Dios, es la de nuestros corazones contritos y humillados. Unámoslos a la hostia que va a convertirse en el Cuerpo de Jesús. Así  quedarán consumidos por el fuego del holocausto, nuestros afectos terrenos y perdonados nuestros pecados por los méritos de la Víctima inmaculada.

En el ofrecimiento del pan, el sacerdote habla en su propio nombre. Pero al ofrecer el cáliz, habla también en el nombre del pueblo que está representado en el agua mezclada con vino. Pidamos que el precio de nuestro rescate, que dentro de poco se pondrá en el cáliz, sea aplicado en favor nuestro y de aquellos por quienes tenemos que rezar.

En este momento, ya todo está preparado para el Sacrificio, pero la conversión de las ofrendas no puede hacerse sin la intervención del Espíritu Santificador. A Él corresponde producir el cuerpo de Jesucristo en el altar, como lo formó en el seno de María. A Él le toca "destruir" y transformar, con su omnipotencia, la substancia del pan y del vino. Pidámosle que destruya también con el fuego de su amor todo egoísmo en nuestros corazones.

Antiguamente, el sacerdote, después de recibidas las ofrendas de los fieles, se lavaba las manos. Ahora, esta ceremonia nos enseña que nuestra vida y nuestras obras deben ser muy puras si queremos acercarnos dignamente al Señor. Para ayudarnos a comprender mejor, el sacerdote la acompaña rezando algunos versículos del salmo 25.

El sacerdote ha ofrecido ya separadamente el pan, el vino y el corazón de los fieles. Ahora lo ofrece todo de una manera general. Junta las manos sobre el altar en señal de unión con Jesucristo, y después de haber hecho la oblación particular al Padre y al Espíritu Santo, en este momento invoca a la Trinidad.

El sacerdote se vuelve a los asistentes, extiende las manos y las junta otra vez, insistiendo con el gesto y las palabras sobre la recomendación, que va hacer a los fieles, de rezar con insistencia.

La Secreta (oración sobre la Ofrenda), es una oración que el sacerdote dice en voz baja y en la cual expone al Señor sus necesidades y las de los asistentes. En ella le pide que reciba los dones presentes sobre el altar.

Terminados los preparativos del Sacrificio, el sacerdote, levanta la voz para pedir a los fieles que levanten sus corazones hasta Dios. Está próximo el momento en que el mismo Señor va aparecer verdaderamente entre ellos. Desprendamos nuestro espíritu y nuestro corazón de nuestras preocupaciones y alcémoslo hasta el Cielo, a fin de entrar mejor en los sentimientos de los ángeles y poder cantar con ellos el himno del Sanctus (Santo).

El Canon  es la regla invariable de las oraciones y las ceremonias que preceden y siguen a la Consagración. Lo que una vez, hizo Jesús en el Calvario, todos los días lo continúa en el Cielo, donde se ofrece por nosotros al Padre, de una manera misteriosa y en nuestros altares, donde se hace presente en medio de nosotros. Lo que el Divino Redentor hizo tomando el Pan, bendiciéndolo y dando gracias, esto hace el sacerdote como Él, con Él y por Él. Pongamos atención, sigamos al Ministro del Señor que habla por nosotros. Pidamos las gracias de que tenemos necesidad, con gran confianza de alcanzarlas. ¿Puede Dios, que nos ha dado a su Hijo, rehusarnos cosa alguna, si se la pedimos con Fe?

El sacerdote extiende las manos sobre la hostia y el cáliz. Este gesto, nos recuerda que merecimos la muerte, y que por Misericordia de Dios, podemos ofrecer en nuestro lugar a Jesús. Pidamos con confianza el perdón de nuestros pecados y la Vida eterna. Consagrémonos al servicio del Señor, cómo Él se sacrifica por nuestra salvación.

Se acerca el momento en que van abrirse los cielos, miles de ángeles se agrupan en torno al altar y el sacerdote bendice el pan y el vino, que van a convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Demos gracias a Dios y contemplemos este gran Misterio.

Luego de la elevación del cáliz, todo queda consumado en el altar como en otro tiempo en la Cruz. Las alturas del Cielo se han acercado a nosotros. El Justo ha bajado, la tierra ha recibido al Salvador. El Señor está con nosotros y viene a colmarnos de bendiciones. Veámoslo en el altar.


Es justo que los fieles de la tierra que se han unido a los Santos del cielo, se unan también a las almas del Purgatorio. Así todos los Hijos de Dios, los que han triunfado, los que aún están peregrinando o purgando, se hacen partícipes del fruto y los méritos de la Sangre del Cordero.

Al decir Por nosotros pecadores, el sacerdote levanta un poco la voz, para advertir a los fieles a que se unan de una manera especial a la oración que se hace por ellos. Al mismo tiempo, se da un pequeño golpe en el pecho, indicando con esto, como el publicano, que confiesa nuestra indignidad. Vuelve en seguida al misterioso silencio del Canon.

Al final, el sacerdote alza un poco la Hostia y el Caliz, y los ofrece al Eterno Padre.

Con una breve introducción, el celebrante invita a rezar el Pater noster (Padre nuestro). Nada mejor para disponer las almas para la participación de los Sagrados Misterios, que esta oración bien meditada rezada con calma. Pongámonos a los pies del Señor,  al contemplar sus sufrimientos en la Cruz, con compasión como la Magdalena, con amor filial como San Juan y con arrepentimiento de nuestros pecados como San Pedro.

Continúa, el sacerdote insistiendo sobre la última petición del Pater noster, sin cansarse de pedir que nos libre de todos los males y nos dé la paz.

La patena, destinada a recibir el Cuerpo de Jesucristo es signo de la paz. El sacerdote la sostiene apoyada en el altar, y con ella levanta la Hostia del corporal. Imitando a Jesús, que partió el pan sagrado antes de distribuirlo a sus discípulos en la Última Cena, divide la Hostia en tres partes. La más pequeña de las cuales va a dejar caer dentro del Cáliz. Con estos gestos, recordará la separación del cuerpo y el alma del Señor en su Muerte y la Resurrección en que volvieron a unirse.

Dios, tan glorioso y tan poderoso, es aquí un Cordero manso y bondadoso que viene a quitar los pecados del mundo y a darnos su paz.

Los fieles que se propongan comulgar, pueden llenarse de los sentimientos de las oraciones que el sacerdote debe decir para si antes de hacer su Comunión.

No es posible meditar la necesidad que tenemos de unirnos a Dios, sin dejar de comprender con humildad la distancia infinita que hay entre el Creador y Redentor y la criatura redimida.

Con la Comunión del Sacerdote, se perfeccionará realmente el Sacrificio de la Misa, que no es otra cosa que la renovación incruenta del mismo Sacrificio de la Cruz.


Este será el momento más oportuno, y más conforme al espíritu de la Liturgia, para la Comunión diaria que Nuestro Señor desea y que la Iglesia recomienda. Pero si no pudiésemos comulgar, es el momento de hacer una Comunión espiritual.

Luego de la purificación del cáliz, el celebrante leerá la antífona de la Comunión. Esta oración es considerada como un himno de acción de gracias. Un medio de mantener vivos los sentimientos que la presencia de Jesucristo debe inundar nuestras almas. Las palabras de esta oración son expresivas y su meditación son alegría para un corazón que ama a su Dios.


Esforcémonos en ofrecer al Señor sacrificio por sacrificio. Como Él se ha inmolado por nosotros, seamos víctima de su amor, sacrificándole todas las delicadezas y el amor propio, todas las inclinaciones naturales, y también todos nuestros defectos.

La oración de Postcomunión es la acción de gracias propiamente y es de la misma naturaleza que la Colecta y la oración Secreta.

Finalmente, el sacerdote dice a los fieles: Ite, Missa est. Ha llegado el tiempo de caminar hacia la Patria Celestial soportando las fatigas, penas y trabajos del viaje. Desde ahora serán fuertes contra el mundo, el demonio y sus malas inclinaciones.

La oración Placeat (Te sea agradable) que sigue, es una especie de recapitulación de todo lo que acaba de pasar, y una nueva instancia pidiendo a Dios la conservación de los frutos de tan gran Misterio.

En las Misas que no sean de Requiem ( por los Difuntos), el sacerdote bendice a los asistentes. Comienza por besar el altar, como para recoger el tesoro de gracias que les va a desear. Levanta las manos y los ojos al cielo, como para atraer las bendiciones del altar sublime donde el Cordero sacrificado intercede por nosotros. Junta las manos en señal de estar ya en posesión de las gracias que ha pedido. Se inclina ante el crucifijo, fuente de todos los bienes que va a derramar, y volviéndose hacia los fieles, y hace sobre ellos el signo de la Redención.

En otro tiempo, llevaban los cristianos en el pecho, junto al corazón el principio del Evangelio de San Juan. Querían que junto con su cuerpo se depositara en el sepulcro. Lo rezaban en los peligros y pedían que se les leyese en las enfermedades. Esta devoción, los movía a hacerlo recitar todos los días después de la Misa. Bien pronto llegó a ser una ley, lo que en un principio era una sana costumbre. La Iglesia dispuso que se leyera antes de separarse el sacerdote del altar. Meditemos con cuidado los misterios inefables que en él se encierran.


Texto tomado y adaptado del "Manual de Piedad", P. Francisco Bartilla C.M.F., Editorial Steinbrener, 1931


sábado, 13 de junio de 2020

LA COMUNION EN LA BOCA EN TIEMPOS DE EPIDEMIA



Transcribimos a continuación una traducción de un comunicado de la Federación Una Voce.

Foederatio Internationalis 

Una Voce

Quae patronum invocat sanctum Gregorium Magnum Papam.

Comunicado de prensa 

Comunión en la lengua y epidemia


Dada la reciente declaración del Arzobispo Thomas J. Rodi de Mobile, de Alabama, en los Estados Unidos de Norteamérica, sobre el distanciamiento social durante la recepción de la comunión y otros temas en torno a la recepción de la comunión en todo el mundo, en el contexto de la epidemia de coronavirus, la Foederatio Internationalis Una Voce (FIUV) desea hacer públicas las siguientes observaciones.


1. En la forma ordinaria, la ley universal de la Iglesia otorga a todos los católicos el derecho de recibir la comunión en la lengua. Esto ha sido reafirmado por la Congregación del Culto Divino durante casos anteriores relativos a la salud pública, como la llamada “gripe porcina” de 2009 (véase, por ejemplo, Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004), núm. 92; Congregación del Culto Divino, carta de de 24 de julio de 2009, Prot. N. 655/09/L).


2. En la forma extraordinaria, la ley universal de la Iglesia permite la recepción de la comunión solamente en la lengua (véase Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Instrucción Universae Ecclesiae (2011), núm. 28; Congreación de Culto Divino, Instrucción Memoriale Domini (1969)).


3. En ninguno de estos dos casos puede el Ordinario desobedecer la ley de la Iglesia.


4. El problema de mantener una distancia física entre el ministro y quien comulga durante la distribución de la comunión incluye del mismo modo la recepción en la mano y la recepción en la lengua. En ambos casos, el ministro y el comulgante están obligados a acercarse uno al otro, aunque sólo por un breve momento, y sin tocarse. Es difícil ver cómo incluso con el uso de un instrumento, como un par de tenazas (respecto de las cuales hay precedentes históricos), podrían el ministro y el comulgante mantener entre sí la distancia de seis pies o dos metros.


5. El Derecho Canónico es con razón muy restrictivo en cuanto a las penas que los obispos pueden imponer a sus sacerdotes por infringir normas que ellos mismos formulen. El intento del obispo Rodi de prohibir la celebración de Misas públicas a los sacerdotes que no obedezcan sus normas -lo que equivale a una suspensión parcial del sacerdote- excede todo lo que el Derecho Canónico parece justificar (véase los cánones 1316-1319).


6. Se hace cada vez más evidente que no existe una clara base científica para la idea de que la comunión en la lengua transmite más el coronavirus que la recepción en la mano. Así se lo han hecho ver los expertos al Arzobispo Alexander Sample, de Oregon, EE.UU., y al Arzobispo José Antonio Eguren, de Piura, Perú, y es también la opinión de los expertos vinculados a las directrices del Thomistic Institute, de Washington DC, EE.UU. Si algún obispo en cualquier parte del mundo tiene a su disposición estudios u opiniones de expertos contrarios a este creciente consenso, le incumbe hacerlos públicos con carácter de urgencia.


7. Cuando lo han exigido las circunstancias del lugar, se ha suspendido por los obispos y las autoridades públicas la recepción de la comunión, la celebración de Misas abiertas al público e incluso la apertura de las iglesias para la oración privada. Estas medidas han sido, al menos, imparciales y, hasta donde lo justifica la preocupación por la salud pública, no infringen los derechos de los fieles. A medida que estas restricciones se alzan gradualmente en todo el mundo, urgimos a los obispos a que sigan obrando de acuerdo con los consejos de los expertos y a que no impongan a ciertos sacerdotes y fieles restricciones mayores que las que se imponen a otros, por respeto a los derechos de los fieles.


El Presidente y consejeros de la Foederatio Internationalis Una Voce
8 de junio de 2020.



jueves, 11 de junio de 2020

viernes, 5 de junio de 2020

Comunión Reparadora de los Cinco Primeros Sábados del mes




El 13 de junio de 1917, los tres pastorcitos de Fátima vieron a Nuestra Señora, quien sostenía en su mano derecha su Corazón traspasado y tachonado de espinas. María Santísima le dijo a Lucía: "Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado".


El 13 de julio de 1917, la Virgen les dijo: "...Si se hace lo que voy a decirles, muchas almas se salvarán...Vendré a pedir la comunión reparadora de los primeros sábados".


En línea recta con las apariciones de Fátima, la promesa de Nuestra Señora se cumplió en Pontevedra, donde Lucía era por ese entonces una joven postulante a la vida religiosa. Allí, el 10 de diciembre de 1925, la Virgen se le apareció nuevamente sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado.


“La Santísima Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El Niño le dijo: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Está cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas."


Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía: "Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los Misterios del rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"


¿Por qué 5 Sábados?


Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: "Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:

1- Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.

2- Contra su virginidad.

3- Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.

4- Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.

5- Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.”


En 5 Primeros Sábados de Mes:


1. La Confesión: Tiene que ser sincera y hacerse con la intención de desagraviar al Corazón Inmaculado de María. Poco tiempo después de la aparición en Pontevedra, Lucía, estando en oración, le habló a Jesús de la dificultad que tenían muchas personas para la confesarse los sábados y preguntó si valía hacerlo dentro de los ocho días anteriores. Jesús contestó: Puede hacerse por anticipado (por ejemplo, el domingo precedente) o aún por más de 8 días antes, en caso de dificultad para confesarse el primer sábado.


2. La Comunión: Por supuesto que debe ser efectuada en estado de gracia y con la intención de reparar por las ofensas que sufre el Corazón Inmaculado de María.


3. El rezo del Rosario: También con espíritu de reparación.


4. Los quince minutos de meditación sobre los quince misterios del Rosario: No hay que confundirlos con el Rosario. Sor Lucía escribe: " es hacer compañía a Nuestra Señora durante quince minutos, meditando los misterios del Rosario". Se pueden elegir algunos de entre los misterios (no se trata de quince minutos por cada misterio).

jueves, 4 de junio de 2020

Irreverencia a la Eucaristía



Nota: Esta publicación no pretende ser una reivindicación de las acciones de Mons. Lefebvre. Quien publica, se somete con obediencia filial a la Santa Sede, sin por eso dejar de reconocer la razón que asiste a las declaraciones del mencionado obispo.

Mes del Sagrado Corazón de Jesús



Comenzamos hoy, el mes de junio. La tradición de la Iglesia y la piedad popular han dedicado este mes a honrar y desagraviar el Sagrado Corazón de Jesús. Esto es así en atención a que la Solemnidad del Sagrado Corazón, fijada el viernes posterior a la octava de Corpus Christi, suele celebrarse en este mes. Así mismo, desde hace varios años, se dedica este día a la Jornada de oración por el Clero.

Este año, el Santo Padre, instituyó este día como inicio del Año de Oración por la santificación del Clero y ha enriquecido con innumerables indulgencias para clérigos y laicos que eleven oraciones o realicen obras pías según esta intención

Es así como, en esta oportunidad, los cristianos deberemos intencificar nuestra devoción al Sagrado Corazón. Aquellos que no lo tengan por costumbre, sería muy conveniente que comiencen en este mes la práctica de los 9 Primeros Viernes del Mes, confesando y comulgando.

Entre las muchas promesas que Jesús hizo a Santa Margarita María de Alacoque, una hay digna de particular mención, hecha en el año 1689, un año antes de su muerte. Es la duodécima de las que suelen ser publicadas en los devocionarios, y dice: ¨Te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi Amor todopoderoso concederá a todos los que comulgaren el primer viernes del mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la perseverancia final; ellos no morirán en mi desgracia, ni sin haber recibido los santos sacramentos, siéndoles mi Corazón asilo seguro en aquel trance supremo¨.

Dediquemos este mes a ofrecer oraciones y penitencias en honor del Corazón de Jesús. Pidámosle perdón cada día, varias veces, por nuestros pecados y los del mundo entero. Roguémosle por los clérigos, para que sean fiel reflejo del Divino Pastor, manso y humilde de corazón.

Recemos las letanías del Sagrado Corazón, hagamos pequeñas visitas al Santísimo Sacramento, recitemos jaculatorias al Corazón de Jesús mientras cumplimos nuestros deberes de estado, y tratemos de difundir entre nuestros amigos, la desgraciadamente olvidada Práctica de los Primeros Viernes.

Finalmente invitamos a todos los cristianos, en especial a los sacerdotes, a responder al llamado del Papa. Instamos a los clérigos a que tomando el ejemplo del Santo Cura de Ars, pasen más tiempo en el confesionario e inculquen en los fieles el amor al Sagrado Corazón de Jesús.

miércoles, 3 de junio de 2020

La Comunión en la mano es de origen calvinista




Athanasius Schneider, experto en Patrística y obispo auxiliar en Kazajistán, explicó en una emisora de Radio María cómo se comulgaba entonces.




Athanasius Schneider tiene 50 años, es ucraniano y desde 2006 ha ejercido comoobispo auxiliar en dos diócesis de Kazajistán, una ex república soviética con un 26% de población cristiana, mayoritariamente ortodoxa pero con una pujante comunidad católica.

Recientemente, monseñor Schneider, que es experto en Patrística e Iglesia primitiva, explicó en la emisora de Radio María en el sur del Tirol las diferencias entre la forma de comulgar en la Iglesia primitiva y la actual práctica de la comunión en la mano.

Según afirmó, esta costumbre es "completamente nueva" tras el Concilio Vaticano II y no hunde sus raíces en los tiempos de los primeros cristianos, como se ha sostenido con frecuencia.

En la Iglesia primitiva había que purificar las manos antes y después del rito, yla mano estaba cubierta con un corporal, de donde se tomaba la forma directamente con la lengua: "Era más una comunión en la boca que en la mano", afirmó Schneider. De hecho, tras sumir la Sagrada Hostia el fiel debía recoger de la mano con la lengua cualquier mínima partícula consagrada. Un diácono supervisaba esta operación.

Jamás se tocaba con los dedos: "El gesto de la comunión en la mano tal como lo conocemos hoy era completamente desconocido" entre los primeros cristianos.


Origen calvinista


Aun así, se abandonó aquel rito por la administración directa del sacerdote en la boca, un cambio que tuvo lugar "instintiva y pacíficamente" en toda la Iglesia. A partir del siglo V, en Oriente, y en Occidente un poco después. El Papa San Gregorio Magno en el siglo VII ya lo hacía así, y los sínodos franceses y españoles de los siglos VIII y IX sancionaban a quien tocase la Sagrada Forma.


Según monseñor Schneider, la práctica que hoy conocemos de la comunión en la mano nació en el siglo XVII entre los calvinistas, que no creían en la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. "Ni Lutero", que sí creía en ella aunque no en la transustanciación, "lo habría hecho", dijo el obispo kazajo: "De hecho, hasta hace relativamente poco los luteranos comulgaban de rodillas y en la boca, y todavía hoy algunos lo hacen así en los países escandinavos".




Fuente: www.religionenlibertad.com

Sagrado Corazón de Jesús - Revelaciones a Santa Margarita María


Una vez entre otras, escribe Sta. Margarita, "que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón."

Entonces Jesús le explicó las maravillas de su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es mas brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor.
Le dirige las siguientes peticiones:

- Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírmelo
-Jueves a viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía mas difícil de sufrir que la muerte.
-Por acompañarme en la humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo; el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo...

"Una vez, estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas que se presentaban como otro tanto soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero sobre todo de su adorable pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables maravillas de su puro amor con que había amado hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento.

"Eso," le dice Jesús a Margarita, "fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades."

Ante estas palabras, Margarita solo podía expresarle al Señor su impotencia, Él le replicó: "Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falte." Y del Corazón abierto de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir, pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que tuviese compasión de su debilidad. El le respondió:
"Yo seré tu fortaleza, nada temas, solo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti con el fin de prepararte para la realización de mis designios."
Entonces el Señor le describió a Margarita exáctamente de que forma se iba a realizar la práctica de la devoción a Su Corazón, junto con su propósito, que era la reparación. Finalmente, Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que el demonio levantará para hacerla caer.

"Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes."

Tomado de "Vida y Obras completas de Santa Margarita Maria de Alacoque"

lunes, 1 de junio de 2020