domingo, 26 de agosto de 2012

La reforma litúrgica de Benedicto XVI






El padre Paul Aulagnier no necesita presentación por ser una  figura histórica del movimiento tradicionalista y autor de varios libros relacionados con las cuestiones planteadas por este medio. Su último libro, La reforma litúrgica de Benedicto XVIun inventario, ha sido publicado por Godefroy de Bouillon, en una edición de bolsillo que lo hace fácilmente transportable y, de hecho, una obra de divulgación en el mejor sentido del término (124 páginas, 12 €).
En este libro, el autor arranca de la histórica publicación del motu proprio Summorum Pontificum y, desde allí, intenta llegar a conclusiones sobre lo que él denomina la reforma litúrgica del Papa Benedicto XVI. El conocimiento perfecto de la materia, tanto desde una perspectiva práctica como histórica, que tiene el autor hace que este análisis sea importante de leer y conocer. Además, recuerda varios acontecimientos importantes que han afectado a la lenta recuperación de la Misa tradicional en la Iglesia.
Por ejemplo, el padre Aulagnier recuerda que en 1986 una comisión de cardenales instituida por el Papa Juan Pablo II, había sido favorable a la devolución del misal tridentino y el mismo Papa no era hostil. Pero los obispos han impedido cualquier decisión en este sentido por lo que hubo que esperar hasta 2007 para que este reconocimiento se planteara públicamente, en otro pontificado.
Aulagnier disecciona todos los textos importantes sobre el tema y trata de mostrar que Benedicto XVI considera que el rito romano del futuro deberá ser un solo rito, celebrado en latín o en lengua vulgar, pero basado enteramente en la tradición del rito antiguo“. De ahí la importancia que atribuye, después de años, al libre uso del misal tridentino. Esta posición fue, básicamente, la que el cardenal Ratzinger expuso en las Jornadas Litúrgicas de Fontgombault.
¿Sigue siendo esta posición la del Papa Benedicto XVI?
El texto del motu proprio Summorum Pontificum y la carta adjunta a los obispos no son tan claras. Ciertamente, uno puede imaginar que el Papa fue presionado – y de hecho los obispos franceses y alemanes, por ejemplo, se movilizaron antes de la publicación del Motu Proprio – y ha atenuado su verdadero deseo hasta el punto de contradecir -como subraya Aulagnier- algunos principios del pensamiento de Monseñor Gamber que el cardenal Ratzinger había presentado como referencia.
Más que los textos del Pontífice es su praxis la que parece más mesurada. Si bien hay alguna enseñanza, muy lenta, con el ejemplo de Benedicto XVI, fuera del motu proprio, no ha sido aplicada por la autoridad suprema ninguna decisión práctica para la “reforma de la reforma”.
Ciertamente, el efecto del motu proprio requiere – y esto ya es enorme – que las misas tradicionales aumenten en todo el mundo, pero ninguna reforma del Misal de Pablo VI se ha llevado a cabo en realidad, a excepción de las correcciones en el mundo anglo-sajón de las traducciones litúrgicas, obra decidida antes de la llegada de Benedicto XVI al Pontificado.
Aulagnier termina su libro con una cita de la Conferencia de París de Monseñor Schneider sobre las cinco llagas de la liturgia. Esta conferencia da mucha esperanza en la medida que enumera una serie de problemas. Pero ni el obispo Schneider es el Papa ni ha recibido la misión de corregir la nueva liturgia. Por ello podemos entender al padre Aulagnier cuando dice que es difícil de tratar de la misma manera los dos misales, porque sería dar por resuelto un problema que permanece intacto para quien se mantiene adherido a la Misa tradicional.
El subtítulo de su libro es justo. Estamos todavía en el inventario.
Texto publicado en "TRADICIÕN DIGITAL"

sábado, 18 de agosto de 2012

¿ Encontrará Fe sobre la tierra?




Verumtanen Filius hominis veniens, putas, inveniet fidem in terra? (Lc 18, 8)

Una de las preguntas más enigmáticas del Evangelio se presenta este domingo:¿Cuando venga el Hijo del Hombre, acaso, encontrará fe sobre la tierra?

Pablo VI, en sus famosos diálogos con Jean Guitón, afirmaba que para él constituía una preocupación constante: "Yo me pregunto si estos tiempos no son los aludidos en el interrogante", y agregaba: "(...) a veces se niegan verdades importantes de fe y episcopados enteros callan". Incluso afirmó "(...) puede ser que un tipo de pensamiento no católico llegue a predominar en la Iglesia, pero por fuerte que sea, nunca será el pensamiento de la Iglesia". Sin embargo, en tono esperanzador concluía; " (...) es necesario que subsistan pequeños restos que, por pequeños que sean, desde allí podrá encenderse la hoguera de la verdad y de la caridad".

Así citaba a Pablo VI, el Padre Juan E. Arnau, en una edición del Semanario "Cristo Hoy", en el año 2007. Un escrito de lo más recomendable, sin lugar a dudas. Confieso que la lectura de este párrafo, con que comienza el artículo del P. Arnau, me ha dado mucho que pensar.

En los últimos años, la doctrina de la Iglesia, parece haber sido olvidada. Los postulados de la moral cristiana, han sido expresados con poca claridad en las clases de catecismo y en los sermones, y en no pocos casos simplemente omitidos.

¿Cuantos de nosotros hemos tenido que aprender las verdades de Fe por propia iniciativa, ante la ausencia de nuestros pastores? Se han pretendido "fusionar" ideas de otras religiones con la doctrina de la Iglesia. Se ha llegado al punto de "exportar" modos de oración de cultos protestantes y se los ha incluido, sin ningún escrúpulo, en la celebración del Santo Sacrificio. Se ha contrariado cuanta norma litúrgica se ha podido. No solo se ha profanado la Eucaristía, el tesoro más sagrado de la Iglesia, sino que aquellos que debían velar por ella permanecieron y permanecen en silencio. "A veces se niegan verdades importantes de fe y episcopados enteros callan", así afirmaba Pablo VI hace treinta años, y aún hoy sus palabras tienen una vigencia impresionante.

Me resulta inevitable relacionar estas ideas con la Santa Misa. Hace unos años, yo mismo escribí estas palabras:

"Muchos cristianos somos testigos diariamente de abusos en la celebración de los Santa Misa. Cuantos sacerdotes cometen auténticos sacrilegios mientras celebran, innovando o alterando las ceremonias, añadiendo comentarios propios a las oraciones u omitiendo cumplir con las rúbricas. Cuantos fieles comulgando en pecado o sin la debida preparación.

Estos pecados entrañan una maldad infinitamente superior a cualquier otro. Están dirigidos directamente a la Persona de Nuestro Señor. ¿Cómo es posible que el acto más sagrado de nuestra Fe, la Santa Misa, sea profanado impunemente por aquellos mismos que tienen el gravísimo deber de custodiarlo y celebrarlo? Este debe ser sin duda el más horrendo, vil y bajo de todos los pecados."

¿No es acaso, todo esto fruto de aquel "pensamiento no católico" al que se refiere Pablo VI? ¿No es este el motivo por el cuál infinidad de fieles hemos suplicado por el reestablecimiento del Rito Tridentino? ¡Cuantas almas escandalizadas! ¡Cuantos justos confundidos! Pienso en tantos que en los últimos años y aún hoy, son perseguidos y despreciados por sus mismos pastores y hermanos en la fe, solo por defender la Verdad. Pienso en la voz de los Papas tantas veces desobedecida, olvidada y atacada, no ya por quienes están fuera de la comunión de la Iglesia, sino por clérigos y laicos, que se dicen "católicos". 

¡Cuantas almas perdidas para siempre! ¡Cuantos cristianos inmersos en la ignorancia! Todo ello consecuencia directa de años de enseñar el error u omitir la verdad. Unos pocos "falsos pastores" predicando la herejía, y otros muchos "pastores mudos" evitando corregirlos. Y finalmente, unos pocos que fieles a la tradición de la Iglesia y al Santo Padre, alzan su voz, son perseguidos. Me viene a la memoria aquella otra frase de Pablo VI: "El humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia".

La oración de los cristianos librará a la Santa Iglesia de estos males. La Santa Misa y el Rosario, los modos más prefectos y eficaces. Dos recursos poderosísimos, pues no son medios humanos, sino Divinos. Dones de Dios, que nos asistirán en la lucha contra el maligno.

Es hora de hacer un "mea culpa" y reconocer que hemos rezado y rezamos poco. Recemos pues, por el Papa sobre todo. Sobre sus espaldas cae todo el peso de la Iglesia. Durante su pontificado, ha quedado más que claro que es consciente de la gravedad de esta situación. Pero lo más importante, ha sido que ha actuado consecuentemente, y ha puesto todos los medios para poner fin a esta crisis. ¡No podemos dejar al Santo Padre solo!

Estoy seguro, estimados amigos, que nada de esto les resulta extraño. No hace falta ser un ilumidado, para darse cuenta que en este tiempo, la Iglesia está "crucificada". Como Cristo Señor Nuestro clavado en la Cruz, parece esconder su origen divino. Sin embargo, el Calvario no será eterno. Como su Esposo, la Iglesia surgirá gloriosa de este trance, con todo su esplendor..


"Portae inferi non praevalebunt adversus eam"(Mt. 16, 18) 



Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

domingo, 5 de agosto de 2012

El ustedes y el vosotros en la Liturgia


APUNTES DE UN TRADUCTOR DE SAGRADAS ESCRITURAS

P. Fr. Patricio H. Battaglia O.P.


Sobre los pronombres personales de segunda persona del plural "vosotros" y "ustedes", sus formas pronominales posesivas y la repercusión de su uso en las versiones castellanas de la Sagrada Escritura.

La lengua castellana -como toda lengua- tiene sus formas morfológicas oficiales y diversos usos regionales y niveles según los multiformes ambientes de la vida de los seres humanos.
Nos concierne el tema gramatical de la segunda persona del plural.
En España la forma "vosotros" es familiar, mientras que el "ustedes" pone distancia. En Hispanoamérica "ustedes" se usa tanto en el trato familiar como para poner distancia. Depende del tono.
Pero eso no significa que "vosotros" nos sea ajena o extranjera: ocupa su lugar como forma oficial de la segunda persona del plural especialmente en la lengua escrita, en la poesía y a veces cuando la solemnidad de la ocasión lo requiere. Es un "nivel" del lenguaje que nos es familiar sobre todo por la escuela y la literatura. "Vosotros" es el único pronombre que tiene formas verbales y pronominales propias de la segunda persona del plural en cuanto tal, es decir, del "tú" plural (amáis, amad, vuestro, vuestras, etc.) mientras que "ustedes" ("vuestras mercedes") se usa con las formas verbales y pronominales de la tercera persona del plural (aman, amen, sus, etc.), con la consiguiente ambigüedad.
Las lenguas jóvenes y primarias conocen sólo el "tú" y el "vosotros". Así sucede en hebreo, arameo, griego, latín, gaélico, etc. La introducción de las formas de distancia o cortesanas ("vuestra merced", "vuesarced", "su Majestad", los originalmente femeninos "Lei" en italiano, significando "la sua Signoria" o algo parecido, análogo a "Sie" en alemán) es típica de épocas más tardías y envejecidas del idioma, marcada por la atmósfera cortesana o burguesa de la forma de vida: uno se dirige indirectamente al interlocutor o a los interlocutores con las consiguientes formas verbales y pronominales de tercera persona: "su Señoría quiere"; "ustedes vuelven a sus antiguas costumbres". Con la amplia difusión del pronombre "ustedes" en castellano latinoamericano resultó una notable ambiguedad no sólo en las formas verbales sino especialmente en el posesivo "su/sus", que puede significar "de usted varón", "de usted mujer", "de él", "de ella", "de ustedes varones", "de ustedes mujeres", "de ellos" o "de ellas".
La "segunda persona" gramatical tiene una inmensa importancia en la Teología, especialmente en la Sagrada Escritura y en la Liturgia. Dios es llamado "Tú" por la creatura en la Historia de Salvación, en los Salmos, en las oraciones de la Iglesia. De igual manera, frecuentísimamente Dios se dirige a una segunda persona singular o plural. Dios llama y trata de "Tú" a un patriarca, a un profeta, a su Ungido. Llama y trata de "vosotros" a su pueblo con especial solemnidad y énfasis, tanto en el Antiguo Testamento (es clave de la vocación y de la querella con el pueblo elegido), como en el Nuevo Testamento: especialmente en la relación Cristo-discípulos, Cristo-Iglesia.
El pronombre personal "vosotros", en consecuencia, adquiere una importancia inmensa, con todas las formas verbales y los pronombres posesivos correspondientes que se van hilvanando en el discurso divino. Así vemos, por ejemplo, la maravillosa frase de Isaías 55, 8: "Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos -oráculo de Yahveh-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a vuestros caminos y mis pensamientos a vuestros pensamientos".
Dios se dirige a su pueblo en la segunda persona plural y el posesivo ''vuestro'' adquiere un énfasis insustituible. El posesivo "sus", que corresponde a "ustedes" ("sus caminos", "sus pensamientos") es ambiguo. Podría tratarse de una tercera persona del plural "ellos", y el discurso perdería su fuerza. Lo mismo puede verse en la célebre frase de Cristo a María Magdalena en Jn 20, 17: "Le dice Jesús: No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios".
La sustitución de "vuestro" por "su" introduciría una ambigüedad teológicamente inadmisible, mientras que el añadir "de ustedes" destruiría el versículo desde el punto de vista literario (el ritmo, la simetría, la proporción, en una palabra, la belleza del mismo).
Los ejemplos podrían multiplicarse indefinidamente: muchos de éstos son pasajes claves del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Viceversa, hay multitud de pasajes en que es muy deseable que se palpe, como en hebreo y en griego, que se está en presencia de formas verbales y pronominales de tercera persona. Se está hablando de un "ellos' que es una expresión prototípica de la Sagrada Escritura: Dios habla a su profeta de un "ellos" misterioso que camina a la perdición; el salmista pide auxilio a su Dios contra un "ellos" a veces innominado que son sus "perseguidores", o "los malvados", o "los idólatras, gentiles", etc. La tercera persona aleja de la intimidad divina sea para abandonar a la "Casa Rebelde" o los gentiles, o por el contrario pidiendo que desde la lejanía se conviertan al Señor.
Hay ejemplos copiosos:

Multiplican ["ellos' innominados] las estatuas de dioses extraños;
no derramaré sus Iibaciones con mis manos ni tomaré sus nombres en mis labios.

                                                                                                                     Salmo 15



Del mismo modo, en un pasaje central del Sermón de la Montaña (Mt 5, 14-16) leemos:

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad puesta en lo alto de un monte. Ni encienden una lámpara y la ponen debajo de un recipiente sino sobre el candelabro, e ilumina a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

El juego entre el "vosotros" (el "tú" plural del Cuerpo de Cristo) y sus posesivos "vuestras" y "vuestro" contrastan admirablemente con el sujeto indeterminado "encienden" y "ponen" y con las terceras personas del plural "todos los que están e!1la casa" Y "los hombres", de los que se predica que "vean" y "glorifiquen". De las solas formas gramaticales surge todo un hilo para una profunda exégesis y reflexión teológica.
En cambio, si el pasaje es "traducido" al uso del pronombre "ustedes", resulta una total confusión. No se sabe quiénes encienden y ponen la lámpara, de quién es la luz, de quiénes son las buenas obras y de quiénes es el Padre que está en los cielos. Cuestiones no indiferentes, sin duda.


Apéndice sobre Sagrada Escritura y Liturgia

La tesis de que el lenguaje de las traducciones de la Sagrada Escritura -o su lectura en la liturgia- debe acercarse lo más posible al lenguaje de la calle es lo que se llama propiamente un prejuicio. No se la somete al examen de la luz de la razón ni de las ciencias. Es, en verdad, la postura de una escuela litúrgica, que -como todas las
escuelas sujetas a la moda- hoy están y mañana pasarán. Habrán envejecido. Todo lo que se aparta del sentir de la piedad tradicional de la Iglesia, se aparta de la fuente de la eterna juventud, pierde el contacto con aquello que es siempre nuevo porque es eterno. La Iglesia ama e incorpora lo nuevo, pero no incorpora el error, o la fealdad. Muchas de las modas litúrgicas de los clérigos de hoy ofenden a la piedad de los fieles, viejos y jóvenes, distinguidos o humildes.
1. Una vez más asistimos a un signo de división entre los clérigos, con el inevitable desconcierto de los laicos. Pues unos ministros se acomodan al uso nuevo, mientras que otros se atienen al tradicional.
2. Se da también la división dentro de la Acción Litúrgica, pues unas partes de la misma tendrán lugar con el tratamiento de "ustedes" con formas verbales y pronominales de la tercera persona del plural, mientras que otras partes (por ejemplo la Consagración) se hacen hasta ahora con la segunda persona del plural "vosotros" y las formas verbales correspondientes.
3. El deseo de expresarse "en el idioma exacto que habla la gente de la calle", con la pretensión de serles cercanos e inteligibles, desconoce principios elementales de la lingüística.
Toda lengua tiene diversos niveles: diferencias regionales, sociales, profesionales, literarias, etc. El creyente, consciente de que a Dios se debe un trato especial, siente la necesidad de una liturgia de singular belleza. "Decef". Corresponde. Es bello. Lo contrario sería vulgar, inadecuado, con una "sombra moral" en razón de las circunstancias, importante fuente de la moralidad.
Por ejemplo, en Suiza la Misa no se celebra en el dialecto que la gente habla todo el día, sino en alemán Hochdeutsch (o como dicen ellos: in der Hochsprache) que es el idioma de la escuela y de los libros. Alemania, Italia, los países escandinavos, etc., están poblados de infinidad de dialectos de gran pujanza en la vida cotidiana. Sin embargo, la Liturgia -incluso la homilía- en dialecto sería impensable, inimaginable a toda persona de criterio, culta o ruda. No hay misales ni leccionarios en alemannisch ni en suavo ni en napolitano ni en siciliano ni en romanesco, por nobles que sean estos dialectos, algunos de los cuales tuvieron y tienen sus poetas y sus folkloristas de renombre. Así también los gramáticos de la lengua castellana -extendida en vastísimos territorios y carente de dialectos- han acordado formas morfológicas donde los usos regionales deben encontrar su punto de convergencia.
Las lenguas tienen sus niveles. No se habla el mismo nivel en la casa, en la calle, en la ·escuela, en los Tribunales, en los discursos cívicos, en la Acción Litúrgica. Esto es un patrimonio universal de la humanidad, del hombre que pronuncia su palabra en la variedad del cosmos que Dios le ha dado.


Apéndice litúrgico II

La Conferencia…, en Asamblea Plenaria Extraordinaria,… con firma de…., pide a la Santa Sede la concesión del uso de "ustedes".
Entre las razones que ofrece dice (citamos textualmente):

1. "Se justificó el cambio para superar el apego a lenguaje del pasado que ya no se usa". Error grave: en España "vosotros" se usa y es cada vez más presente; en Hispanoamérica nunca fue "pasado" pues desde los tiempos de la Conquista se difundieron usos de la época, de especial respeto, como "ustedes" e incluso "vos". en lugar de "tú" en algunas regiones.
2. "Vosotros es exclusivo masculino, mientras el ustedes es neutro y por tanto estaría más de acuerdo con el respeto a la diversidad de género". Otro error de gramática, además del intento de introducir en la lengua castellana un problema típico de la lengua inglesa en las últimas décadas.
3. "La lengua evoluciona y en este tema esa es (sic!) la evolución la que recomienda el paso al ustedes'. La lengua evoluciona, pero no en este tema. Tercer error.
En un documento anterior (9-11-98) se confunde "vosotros" con el "plural mayestático". Se ignoran nociones elementales de gramática, que antiguamente aprendíamos en la escuela primaria y secundaria.

Se dice en Irlanda: "Tierra sin lengua, tierra sin alma".