viernes, 15 de agosto de 2008

Retrato de Jesús


Un hombre de gran virtud ha aparecido en nuestro tiempo, que lleva por nombre Jesús, el Cristo; el cual resucita a los muertos, y cura toda suerte de enfermedades. Llámanle Profeta de la verdad, y tiene discípulos que afirman que es el Hijo de Dios. No hay duda de que es un hombre hermoso y digno de admiración; tiene un rostro venerable que inspira al mismo tiempo amor y temor en cuantos lo contemplan. Sus cabellos son largos y rubios y caen unidos hasta las orejas, formando luego rizos y bucles graciosos, se desparraman sobre sus espaldas; dicha cabellera se ve partida en dos en lo alto de la cabeza, a la usanza de los nazarenos. Su faz, limpia de manchas y arrugas, es de tono encendido, pero agradable; su nariz y boca correctas. Tiene ojos azules y en ellos se encienden llamas de diversa luz. Lleva barba espesa pero no muy larga, del mismo color de los cabellos y, como ellos, partida también por el medio; sus brazos y manos son también una delicia. Es terrible en el exhortar y reprender; benigno y amable; alegre pero grave; nadie lo vio reír, pero sí algunas veces llorar; es parco, modesto y convincente en el hablar; es hermoso entre los hijos de los hombres.

Descripción impresionante que de Jesús hizo Plubio Lentulo, procónsul romano, contemporáneo de Cristo, presunto antecesor de Pilato en Judea, en una carta dirigida a Tiberio y al Senado Romano. Este documento se encuentra en la Biblioteca Vaticana.


Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

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