miércoles, 25 de febrero de 2009

Esta vez el Rhin inundó Roma



Mario Caponnetto


El levantamiento de las excomuniones que, desde 1989, pesaban sobre cuatro obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X es, a no dudarlo, un hecho de enorme trascendencia y de profundo significado eclesial. Además, se inscribe en una serie de gestos y actitudes de Benedicto XVI que otorgan a su Pontificado un perfil muy propio y que permiten vislumbrar su orientación fundamental. En pocas palabras se trata de esto: el Papa es conciente de la profunda crisis que sacude a la Iglesia desde el Vaticano II (y antes, también); sabe muy bien que poderosas fuerzas operan desde dentro de la Iglesia procurando socavar los fundamentos mismos de la Fe imponiendo, contra viento y marea, viejos y nuevos errores; conoce a los antiguos y actuales personeros de esas fuerzas oscuras que, de alguna manera, él mismo acompañó en su juventud (aunque gracias a su privilegiada inteligencia muy pronto se apartó de ellas; hecho este que, quizás, explique la tirria y el rencor que hoy le profesan). En consecuencia, se ha dispuesto restañar las heridas, soldar las fracturas, restaurar la sana doctrina e insinuar la “reforma de la reforma” que, aunque tiene su epicentro en la liturgia, va mucho más allá como que apunta a la misma Fe: lex credendi, lex orandi.


Ahora bien, esta gran tarea gira, hoy, en torno a única cuestión: el Concilio Vaticano II, la piedra con la que tropezaron Lefevre y sus seguidores y los llevó al cisma. Desde el primer día de su Pontificado Benedicto XVI ha sido muy claro: el Concilio ha de ser leído a la luz de la Tradición. La fórmula, en su enunciación, es sencilla y perfecta; pero llevarla a la práctica no es tan sencillo. De hecho, ¿es posible semejante lectura sin que ello conlleve, necesariamente, el abandono y el firme rechazo de esa otra “lectura” que se ha venido difundiendo e imponiendo durante todos estos años sin que las oportunas correcciones, aclaraciones y precisiones del Magisterio de Paulo VI y Juan Pablo II hayan logrado detenerla o neutralizarla? Sin duda que no. El Papa ha denunciado un “espíritu rupturista” y lo ha rechazado. Quiere decir, en buena lógica, que cualquier interpretación del Concilio hecha en clave de ruptura y contraria a la Tradición no tiene lugar en la Iglesia. Dejemos de lado, por ahora, las reales dificultades teológicas que, en la práctica, presenta todo intento de “leer” el Concilio en la perspectiva de la Tradición: esas dificultades existen, no pueden soslayarse pero no son insuperables. Al levantar la excomunión de los obispos cismáticos, Benedicto inició, precisamente, el camino de superación de esas dificultades mediante el diálogo, el estudio y, sobre todo, una larga paciencia. Pero, insistimos, este gesto y el camino que él inicia dejan fuera al espíritu de ruptura. Espíritu de ruptura que, aunque no se lo llame con este nombre, no es otra cosa que la herejía modernista. Esta expresión no está -y quizás nunca esté- en el léxico de Benedicto XVI: pero más allá del nombre con que se la identifique, la cosa nombrada es una y la misma.

Y es cuanto llevamos dicho lo que explica la tormenta desatada en ocasión del Decreto que puso fin a las excomuniones. Más aún, es la única explicación. En esto es preciso no equivocarse: todo este revuelo, este verdadero tsunami eclesiástico que no amaina, no es otra cosa que la reacción del progresismo que tiene su epicentro en Alemania y se extiende a los llamados países del Rin. Es la “Alianza del Rin” que vuelve a la carga e intenta, otra vez, como en los lejanos días del Concilio, desembocar en el Tiber.

Veamos algunos hechos. En su edición del pasado 11 de febrero el Boletín de la Agencia Católica Argentina (AICA) nos informa que “el levantamiento de la excomunión a los obispos ordenados por monseñor Marcel Lefebvre ocuparon y ocupan (sic) aún páginas de los principales medios de información del mundo occidental, pero la mayor reacción ocurrió en la patria de Benedicto XVI, Alemania” (el destacado es nuestro). A continuación trae unas declaraciones del filósofo alemán Robert Spaemann, hechas al diario italiano Avvenire, en las que, entre otras muchas cosas, el entrevistado califica de “histeria colectiva” la reacción desatada y agrega esta sugestiva aclaración: “hay en el mundo una gran oposición a una reconciliación de la Iglesia con el mundo tradicional”. Hacia el final es todavía más explícito: “se trata de la dificultad de aceptar un Pontificado que huye de las falsedades. Un Papa que, simplemente, propone la Doctrina de la Iglesia y lo hace sin la dureza que muchos esperaban sino con gran dulzura y calma”. Conviene recordar que Spaemann es un destacado filósofo católico que se distingue por su aguda crítica de la modernidad y del relativismo a la par que por su vigorosa afirmación de la verdad católica. Tal vez sea, hoy, una de las pocas mentes lúcidas y valientes en tierras germanas.

En cuanto a la reacción episcopal, ella estuvo encabezada nada menos que por el Cardenal Karl Lehmann, ex presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, quien consideró, sin mayores eufemismos, “la rehabilitación de Williamson” como una “catástrofe” para todos los supervivientes del Holocausto y exigió “una clara disculpa desde una alta instancia”. Recordemos que este Cardenal, en más de una ocasión, se declaró hijo espiritual de Karl Rhaner. Tampoco se han de olvidar las serias dificultades y entredichos que la Conferencia Episcopal Alemana, en tiempos en que Lehmann era su Presidente, tuvo con Juan Pablo II respecto de dos temas cruciales: ciertos desvíos del ecumenismo (que motivaron una enérgica Carta del entonces Papa) y la ambigua actitud de la Iglesia alemana en los “consultorios” de orientación de mujeres embarazadas respecto de la extensión de certificados en pro del aborto (esto también fue motivo de otra Carta del mismo Papa). Como se ve, los antecedentes de este celoso defensor de la Shoah en punto a ortodoxia católica no son demasiado brillantes.

Fuera de Alemania, pero siempre desde las tierras del Rin, el Arzobispo y Cardenal de Viena, Christoph Schönborn, criticó a “la burocracia vaticana” (en buen romance, al Papa) que, según sus propias palabras, “obviamente no examinó el asunto cuidadosamente”. “Ha habido un error -añadió-, porque quien niega la Shoah no puede ser rehabilitado para un cargo en la Iglesia”. Sin embargo, el Arzobispo vienés no exhibe el mismo celo en lo que respecta a la dignidad del culto: no hace mucho un video lo mostraba “presidiendo” una Eucaristía con globos, monigotes, música bailable y demás aditamentos de la “nueva liturgia”.

Desde la fría y gris Suiza nos llegó, a su vez, infaltable, la voz envejecida y anacrónica del “teólogo” Hans Küng quien no sólo afirmo que el Papa “ha cometido un error colosal acogiendo a los cuatro obispos que dieron la espalda al segundo Concilio Vaticano; y no sólo en lo que concierne al Judaísmo, sino a la libertad de religión y de conciencia en general; al entendimiento con las iglesias evangélicas, el acercamiento al Islam y otras religiones del mundo y las reformas litúrgicas”, sino que, en un artículo publicado en el diario La Nación del pasado domingo 15 de febrero, deplora que Benedicto XVI no ¡imite al Presidente Obama!

Estas y muchas cosas más se han visto y oído en estos días. Cosas que nos hicieron reflexionar. El mal está dentro de la Iglesia. Más de cuarenta años después del Concilio, el Rin sigue intentando desembocar en el Tiber y adueñarse de la Iglesia. Hace algunos años, Ralph M. Witgen, un sacerdote norteamericano que fue director de la agencia de noticias “Divine Word”, en Roma, durante el Concilio Vaticano II, escribió un libro al que puso por título El Rin desemboca en el Tiber. Según el autor, el Vaticano II fue la lid en la que se enfrentaron dialécticamente dos sectores, fuertemente enfrentados, organizados en dos agrupaciones, la Alianza Europea y el Grupo Internacional de Padres. La Alianza Europea, “el Rin” a que se refiere el autor, estaba encabezada por el alemán Cardenal Frings y el austriaco Köning, y contaba con la mayoría de los prelados de Alemania, Austria, Bélgica, Holanda y Suiza. Este grupo, asesorado entre otros por el teólogo jesuita K. Rahner, logró ocupar una posición privilegiada y procuró, por todos los medios, imponer sus criterios sobre puntos fundamentales como colegialidad, ecumenismo, libertad religiosa, liturgia y no condenación del comunismo.

Tal vez este libro tenga una visión demasiado humana de lo que sucedió en el Concilio. No es el caso discutir ahora este punto. Pero su denuncia en esencia es válida: la “Alianza del Rin” existió y sigue activa. Sus intentos no cesan; y, al parecer, esta vez, el Rin no sólo desembocó en el Tiber sino que inundó Roma. Pero, gracias a Dios, el Señor sigue durmiendo en la popa de la Nave.

miércoles, 18 de febrero de 2009

¿Cómo defender el aborto libre?




Texto publicado en ACI


FLORIDA, 16 Feb. 09 Una arrepentida joven negra en Florida relató cómo empleados de una clínica abortista en Estados Unidos asesinaron a su pequeña bebé de 23 semanas tras el aborto fallido al que la sometieron. Tras darla a luz, los trabajadores pusieron a la pequeña que nació viva en una bolsa roja de desechos biológicos y la tiraron a la basura. Nunca le explicaron a la joven antes del aborto, que lo que iban a abortar era una niña.


En una entrevista exclusiva concedida a Daniel Soñé y publicada en el Florida Catholic, Sycloria Williams, la joven de 18 años de edad a quien nunca se le explicó que a quien se abortaba era a un bebé, contó la historia que ha conmocionado al país en los últimos días. Explicó que el juicio que ha iniciado es para demandar el asesinato de su pequeña nacida viva en 2006 en la clínica A GYN, de Hialeah, Florida.

Al principio y en medio de la confusión por estar embarazada, Sycloria se dirigió al Miramar Woman Center Inc. en donde le dijeron que el aborto costaría entre 400 y 1200 dólares más por lo que el procedimiento infanticida sería más complicado. Allí, se entrevistó con el Dr. Pierre Jean-Jacque Renelique el 19 de julio de 2006 quien le dijo que "era un procedimiento de dos días, que tome mis medicinas y vuelva al día siguiente. Lo dijo como si estuviera contando: uno, dos, tres", relata.

Luego de la entrevista, Williams tomó por indicación del médico, cytotec, un tipo de mysoprostol que sirve para inducir el parto. Se le pidió ir a la clínica al día siguiente en donde le dieron nuevamente este fármaco y le pidieron esperar en el auto en el que llegó acompañada de su novio Shane. Allí, cuenta, se sintió cada vez peor.

Cuando finalmente y a causa del fármaco, Sycloria dio a luz la bebé, señala, "salté de la silla y volví la cara, mirando a la pared" y pudo verla: "No se movía mucho. Buscaba aire. No lloraba, solo gemía, sonidos lastimeros solamente".

"Pensé que sería una burbuja, o algo más grande, no un bebé. Parecía un bebé de agua, como esos muñecos que llenas con agua. Era muy pequeña", comenta luego.

De acuerdo a la joven, el dueño de la clínica abortista, Belkis Gonzalez, quien no tiene licencia de cuidados médicos, entró al cuarto en el que estaba, cortó el cordón umbilical, puso a la bebé que aún se movía en una bolsa roja de desechos biológicos y la arrojó a un cesto de basura.

Luego, recuerda Sycloria, pedía a ayuda Dios. Los empleados de la clínica solo le dieron motrin para el dolor y el medico Renelique llegó una hora después del aborto. Le dieron una pastilla para dormir y cuando despertó, aún en shock, la enviaron a su casa. En el trayecto, cuando la llevaba su novio Shane, ella le comentó: "no creo que el bebé estuviera muerto".

Luego de varios días, el cuerpo de la bebé fue encontrado en un closet de la clínica, que fue sepultado en el cementerio Our Lady Queen of Heaven. En noviembre de 2008, la policía de Hialeah confirmó que la bebé a quien le dieron el nombre de, Shanice Denise Osbourne, había nacido viva.

El pequeño ataúd fue escoltado por la guardia de honor de la policía de Hialeah y por los Caballeros de Colón. "Cuando ves un pequeño ataúd blanco como ese, no puedes dejar de darte de cara con la realidad de lo que le pasó a ella", comenta Thomas L. Brejcha, Presidente y Jefe asesor de la Thomas More Society, que representa a Sycloria Williams en el presente caso contra la clínica abortista.

Sycloria, quien precisa que si sale embarazada nuevamente tendrá al bebé, relata que "nunca me dijeron nada sobre el hecho de que era una bebé. Nunca dijeron nada sobre un bebé, un feto. Nada. Lo único que escuchaba era 'término' y 'embarazo', y término del embarazo. Me engañaron porque no me dijeron todo y el doctor no estaba allí".

En su opinión, las mujeres que pasan por el trauma del aborto necesitan amor y apoyo de la familia. A las mujeres que desean abortar aconseja "no hacerlo. Les diría lo que sea para que lo piensen bien y no lo hagan. Sí hay ayuda allá afuera".

Este caso, explica el Florida Catholic, ha revelado la existencia de una red de mala práctica médica relacionada al aborto, por la que varios empleados de la clínica A GYN han visto revocadas sus licencias.


+ Requiem aeternam dona eia, Domine.

sábado, 7 de febrero de 2009

Santa Misa en Mar del Plata



Se los invita a participar de la Santa Misa, celebrada según el Rito Tradicional, el domingo 15 de febrero de 2009, a las 19 horas en la Capilla Divino Rostro, calles Almafuerte y Sarmiento.






Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

lunes, 2 de febrero de 2009

Mons. Williamson pide perdón

A Su Eminencia Cardenal Castrillón Hoyos

Eminencia,

En medio de este tremenda tormenta levantada por comentarios imprudentes de mi parte en la televisión sueca, le ruego que acepte, con el debido respeto, mi sincera manifestación de pena por las innecesarias angustias y problemas que he causado a Ud. y al Santo Padre.

Para mí, lo que realmente tiene importancia es la Verdad Encarnada, y los intereses de Su única verdadera Iglesia a través de la cual solamente es posible salvar nuestras almas y dar gloria eterna, en nuestro modesto modo, al Dios Todopoderoso. Por eso pues, solo hago un comentario, tomado del profeta Jonás, I,12.

“Tómenme y arrójenme al mar, así el mar se encalmará para ustedes: porque sé que es a causa de mí que esta gran tempestad nos ha sobrevenido”.

Por favor, acepte también, y transmita al Santo Padre mi sincero agradecimiento personal por el documento firmado el pasado miércoles y hecho público el sábado. Con la mayor humildad ofreceré una misa por ambos.

Suyo sinceramente en Cristo.


+ Richard Williamson

28 de enero de 2009