martes, 30 de septiembre de 2008

Historia del Santo Rosario



El instrumento que sirve para rezar el Santo Rosario, es decir, la camándula, tiene origen muy antiguo. Los anacoretas orientales usaban piedritas para contar contar el número de las oraciones vocales. En los conventos medioevales los hermanos legos, dispensados del rezo del Salterio por la poca familiaridad con el latín, completaban sus prácticas piadosas con el rezo de los "Padrenuestros". Para llevar la cuenta, San Beda, se había inventado una colección de granos insertados en una cuerda.

La camándula, pues, era la "herramienta" que utilizaban las personas sencillas que no sabían leer o que no tenían libros, para reemplazar el rezo del Salterio, es decir, los 150 Salmos de la Biblia que los religiosos tenían que rezar cada semana. Aquellos que no podían rezar los 150 Salmos de la Biblia, los reemplazaban por otras 150 oraciones, como por ejemplo: Padrenuestros, Credos, Ave María, etc.

La oración del Rosario, habría surgido en la Edad Media, fruto del amor de los cristianos por Santa María. Conocido como el "Salterio de Nuestra Señora", se habría utilizado la "camándula", para llevar la cuenta de las 150 Avemarías.



Mas allá de estos antecedentes, el Rosario tendría un origen sobrenatural. Según la tradición de la Iglesia, la misma Virgen Santa María, habíendose aparecido a Santo Domingo de Guzmán, le enseñó el rezo del Rosario y se lo recomendó como un medio eficaz para derrotar a los enemigos de la Fe católica.
Corría el año de 1208. Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, entró en un bosque y pasó en él tres días y tres noches en continua oración y penitencia.

Un día, se le apareció la Santísima Virgen acompañada de tres princesas del cielo y le dijo: "¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?

- Oh, Señora, respondió él, vos lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación".

Ella añadió: "Sabe que la pieza principal de la batería fue la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por tanto si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio".

La Virgen reveló: "Sólo si la gente considera la vida, muerte y gloria de mi Hijo, unidas a la recitación del Avemaría, los enemigos podrán ser destruidos.Es el medio más poderoso para destruir la herejía, los vicios, motivar a la virtud, implorar la misericordia divina y alcanzar protección.Los fieles obtendrán muchas ganancias y encontrarán en mí a alguien siempre dispuesta y lista para ayudarles".

Santo Domingo contaba que veía a la Virgen sosteniendo en su mano un rosario y que le enseñó a recitarlo; dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

El Santo se levantó muy consolado y abrazado de celo por el bien de estos pueblos, entró en la Catedral y en ese momento sonaron las campanas (por intervención de los ángeles) para reunir a los habitantes.
Al principio de la predicación se levantó una espantosa tormenta, la tierra tembló, el sol se nubló y los repetidos truenos y relámpagos hicieron estremecer y palidecer a los oyentes.
La tormenta cesó al fin por las oraciones de Santo Domingo.

Continuó su discurso y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Rosario, que los moradores le abrazaron casi todos, renunciando a sus errores, viéndose en poco tiempo, un gran cambio en la vida y costumbres de la ciudad.

Así nació la devoción al Santo Rosario. Promotores de ello fueron los Frailes Predicadores, fundados por Santo Domingo. Poco a poco, se fue extendiendo por la cristiandad, merced a su simplicidad y al siempre creciente amor por María Santísima.

El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del Rosario y reiteró las promesas dadas a Santo Domingo referentes a esta oración.

A lo largo de los siglos, la devoción al Santo Rosario se ha afianzado de tal modo en la vida espiritual de los católicos, que se lo tiene como la oración mariana por excelencia. Las recomendaciones de los Santos, las indulgencias con que lo han enriquecido los Papas, el amor del pueblo fiel a la Virgen, y sobre todo, la misma voz de Nuestra Señora en sus apariciones, no dejan de ser una constante invitación a rezar el Santo Rosario.

Publicado en Juventutem de Argentina por:


Nichán Edurado Guiridlian Guarino

viernes, 26 de septiembre de 2008

Los intelectuales clamaron por la Santa Misa



Un curioso pedido al Papa Pablo VI

Poca gente conoce la historia del primer pedido a favor de la subsistencia del Rito Tridentino cuándo se anunció en Novus Ordo Missae. Un grupo de intelectuales ingleses, luego apoyado por europeos y americanos se dirigieron al Papa Pablo VI para rogarle que no dejara perecer el rito multisecular de la Iglesia. Lo hicieron en nombre de la cultura, a través del entonces Cardenal Primado de Inglaterra, quién accedió gustosamente a presentar el pedido. Cuando el papa Montini leyó las firmas se detuvo sobre una de ellas: “Ah, Agatha Christie”, dicen que expresó al leer su nombre. Inmediatamente autorizó el permiso. Sin embargo, el entonces Prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Mons. Bugnini, encargado de comunicar la respuesta Pontificia, anexó a ésta una nota personal sugiriendo que dicho permiso se mantuviera en la mayor reserva.


El texto de la carta de pedido es el siguiente:

“Si algún decreto insensato llegase a ordenar la destrucción total o parcial de las basílicas o las catedrales, obviamente serían las personas beneficiadas por la cultura -cualesquiera fuesen sus creencias personales-, quienes se alzarían horrorizadas en oposición a una posibilidad tal. Ahora el hecho es que las basílicas y catedrales fueron construidas para celebrar un rito que, hasta hace unos meses, constituía una tradición viva. Nos estamos refiriendo a la Misa Romana Tradicional. Aún así, de acuerdo a las últimas informaciones provenientes de Roma, existe un plan para hacer desaparecer dicha Misa hacia fines del año en curso. Uno de los axiomas de la publicidad contemporánea, tanto religiosa como secular, es que el hombre moderno en general, y los intelectuales en particular, se han vuelto intolerantes a toda forma de tradición y están ansiosos por suprimirlas y poner alguna otra cosa en su lugar. Pero, como muchas otras afirmaciones de nuestras máquinas publicitarias, este axioma es falso, Hoy, como en los tiempos pasados, la gente culta está a la vanguardia, allí donde es necesario el reconocimiento del valor de la tradición, y son los primeros en dar la voz de alarma cuando ella es amenazada. No estamos considerando en este momento la experiencia religiosa o espiritual de millones de individuos. El rito en cuestión, en su magnífico texto latino, ha inspirado una pléyade de logros artísticos invalorables -no solo obras místicas sino la de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores de todos los países y épocas. De este modo pues, el Rito pertenece a la cultura universal, tanto como a los hombres de Iglesia y a los cristianos formales. En la civilización materialista y tecnocrática de hoy con su creciente amenaza para la mente y el espíritu en su expresión creativa original -la palabra- parece especialmente inhumano privar al hombre de formas verbales que han alcanzado su más excelsa manifestación. Los firmantes de éste pedido, que es completamente ecuménico y apolítico, proceden de cada una de las ramas de la cultura europea y de otras partes. Quieren llamar la atención de la Santa Sede sobre la apabullante responsabilidad en la que incurriría en la historia del espíritu humano si se negara a permitir la subsistencia de la Misa Tradicional, incluso aunque esta subsistencia tuviera lugar junto con otras formas litúrgicas.”


Los firmantes:





Harold Acton (escritor), Vladimir Ashkenazy (pianista), John Bayler, Sir Lennox Berkeley (compositor), Maurice Bowra (académico), Agatha Christie (escritora), Kenneth Clark (escritor e historiador), Nevill Coghill (escritor), Cyril Connolly (crítico literario y escritor), Sir Colin Davis (director sinfónico), Hugh Delargy (politico irlandés Partido Laborista), Robert Exeter, Miles Fitzalan-Howard (17º Duque de Norfolk), Constantine Fitzgibbon (historiador y novelista), William Glock (crítico musical), Magdalen Gofflin, Robert Graves (poeta y novelista), Graham Greene (escritor), Ian Greenless, Joseph Grimond (politico ingles Partido Liberal), Harman Grisewood (escritor), Colin Hardie, Rupert Hart-Davis (editor), Barbara Hepworth (escultora), Auberon Herbert (filósofo y miembro del Parlamento), John Jolliffe, David Jones, Osbert Lancaster (caricaturista), F.R. Leavis (crítico literario), Cecil Day Lewis (poeta), Compton Mackenzie (escritor nacionalista escocés), George Malcolm (director sinfónico), Sir Max Mallowan (arqueólogo y marido de Agatha Christie), Alfred Marnau, Yehudi Menuhin (violinista y director sinfónico americano), Nancy Mitford (novelista), Raymond Mortimer (escritor y crítico literario), Malcolm Muggeridge (periodista), Iris Murdoch (escritor y filósofo irlandés), John Murray, Sean O’Faolain (escritor irlandés), E.J. Oliver, Lord Oxford and Asquith, William Plomer (escritor sudafricano), Kathleen Raine (poetisa), Baron William Rees-Mogg (periodista y escritor), Sir Ralph Richardson (actor), John Ripon, Charles Russell, Rivers Scott, Joan Sutherland (soprano australiana), Philip Toynbee (escritor y periodista), Martin Turnell, Bernard Wall, Sir Patrick Wall (militar y miembro del Parlamento), Edward Ingram Watkin (escritor y político pacifista), R.C. Zaehner (académico), Jorge Luis Borges (escritor argentino), Giorgio De Chirico (pintor pre-surrealista griego), Elena Croce, Wystan Hugh Auden (poeta anglo-americano), Bresson Dreyer, Augusto Del Noce, Julien Green (escritor americano), Jacques Maritain (filósofo francés), Eugenio Montale (poeta italiano), Cristina Campo, François Mauriac (Premio Nobel de Literatura), Salvatore Cuasimodo (escritor italiano), Evelyn Waugh (escritor), Maria Zambrano (ensayista y filósofa española), Elémire Zolla, Gabriel Marcel (filósofo francés), Salvador De Madariaga (diplomático e historiador español), Gianfranco Contini (crítico literario y filólogo italiano), Giacomo Devoto (lingüista italiano), Giovanni Macchia (crítico literario), Massimo Pallottino (arqueólogo italiano), Ettore Paratore (latinista italiano), Giorgio Basan (escritor italiano), Mario Luzi (senador italiano), Guido Piovene (escritor y periodista italiano), Andrés Segovia (músico español).

Tomado de "Católicos, Apostólicos y Romanos"

Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

jueves, 18 de septiembre de 2008

Conocer la verdad historica sobre Pio XII


CIUDAD DEL VATICANO, 18 SEP 2008 (VIS).-El Papa recibió este mediodía en Castelgandolfo a los participantes en un simposio sobre la figura y la acción pastoral y humanitaria de Pío XII, promovido por la “Pave the Way Foundation”, cuyo presidente es Gary Krupp.


Tras recordar que ha transcurrido medio siglo de la muerte del Siervo de Dios Pío XII (9 octubre 1958), el Santo Padre afirmó que “se han escrito y se han dicho muchas cosas sobre él en estos cinco decenios, pero no siempre se han enfocado correctamente los diferentes aspectos de su multiforme acción pastoral”.


“El objetivo de vuestro simposio ha sido precisamente colmar algunas de estas lagunas mediante un análisis documentado sobre muchas de sus intervenciones, sobre todo aquellas a favor de los judíos, que en aquellos años eran perseguidos en toda Europa de acuerdo con el plan criminal de los que querían eliminarlos de la faz de la tierra”.


Benedicto XVI subrayó que “cuando se estudia sin prejuicios ideológicos la noble figura de este Papa (...) se aprecia la sabiduría humana y la intensidad pastoral que lo guiaron en su largo ministerio, y de modo particular en la organización de las ayudas al pueblo judío”.


Gracias a la documentación recogida y a los “testimonios acreditados”, el simposio, continuó, “ofrece a la opinión pública la posibilidad de conocer mejor lo que Pío XII realizó a favor de los judíos perseguidos por los regímenes nazi y fascista”.


El Papa puso de relieve que en los trabajos del simposio habían destacado “las numerosas intervenciones realizadas secreta y silenciosamente, precisamente porque dadas las situaciones concretas de aquel difícil momento histórico, solo de esa manera era posible evitar lo peor y salvar al mayor número posible de judíos”. La “valiente y paterna dedicación” del pontífice “fue reconocida y apreciada durante y después de la terrible guerra mundial por comunidades y personalidades judías, que manifestaron su gratitud por lo que había hecho por ellos”.


El Santo Padre dio las gracias a la “Pave the Way Foundation” por “la constante acción en promover las relaciones y el diálogo entre las religiones, de modo que ofrezcan un testimonio de paz, de caridad y de reconciliación”.


“Espero que este año en que se conmemora el 50 aniversario de la muerte de Pío XII -concluyó- ofrezca la oportunidad de promover estudios más profundos sobre varios aspectos de su persona y de su actividad, para conocer la verdad histórica, superando todos los prejuicios restantes”.



Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

nichaneguiridlian@gmail.com

martes, 16 de septiembre de 2008

Fotos de la Santa Misa en Mar del Plata








Nichán Eduardo Guiridlian Guarino
nichaneguiridlian@gmail.com


miércoles, 10 de septiembre de 2008

Santa Misa en Mar del Plata


Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
En el primer aniversario de la vigencia del Motu Proprio "Summorum Pontificum"

Se los invita a participar de la Santa Misa, que se celebrará según la Forma Extraordinaria del Rito Latino, el domingo 14 de septiembre a las 17 horas en la Capilla Divino Rostro, calles Almafuerte y Sarmiento.

Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

domingo, 7 de septiembre de 2008

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

Nos autem gloriari opórtet in Cruce Dómini nostri Iesu Christi”.

(Debemos gloriarnos en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo)

Con esta frase de San Pablo a los Gálatas, comienza la Santa Misa de este día. El Apóstol y la Iglesia con él, nos exhortan, a gloriarnos en la Cruz del Señor. Precisamente esto, es lo que hacemos en cada Misa. Celebramos el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Asistimos a la renovación del único y divino sacrificio del Calvario.

A fin de hacer más patente esta realidad, la Cruz preside nuestros altares, en medio de los cirios. A ella se dirigen las miradas del sacerdote y los fieles. A ella se la honra con reverencias y nubes de incienso. A sus pies se anuncia al Evangelio y se consagran las Especies Sacramentales.

Posemos nuestra mira en esa Cruz. De ella pende un hombre agonizante. Su rostro refleja un dolor atroz. Su cabeza está coronada de espinas. Sus manos y pies, traspasados por tres clavos, que lo fijan al madero. Su costado, está abierto por un golpe de lanza. De él ha brotado sangre y agua. Su cuerpo está enteramente llagado. La sangre, parece querer cubrir la desnudez a la que los verdugos lo han expuesto. Un hombre que ha sido humillado, golpeado y torturado hasta la muerte, colgado del patíbulo. Este es el Dios de los cristianos. Está en la cruz por amor.

La Cruz es el signo del inmenso amor de Dios por lo hombres. Por medio de ella, podemos llegar a enteneder de algún modo, la infinita misericordia de Dios. Santa Edith Stein afirma: "No hay inteligencia humana que nos pueda ayudar, sino unicamente la pasión de Cristo". Sólo a la luz del misterio de la Cruz podremos comprender lo desordenado y horrendo del pecado.

La desobediencia de nuestros primeros padres, renovada en cada pecado que cometemos, constituye una ofensa imposible de reparar para el género humano. El pecado, entraña una injusticia infinita, pues infinitamente justo es aquel a quien se está ofendiendo. El pecado, abrió un abismo entre el hombre y Dios, que antes estaban unidos. Las puertas del Cielo quedaron cerradas para los miembros de la raza humana.

El misterio de Jesús crucificado está intimamente unido al misterio de la encarnación del Verbo, siendo una prolongación del mismo. Nuestro Señor, viene al mundo para sacrificarse por nuestra redención. Dios podría haber exterminado al género humano en razón de su desobediencia, pero por su infinita misericordia no lo hizo. Envió a su propio Hijo, que se encarnó y se entregó a la muerte en la cruz. Con ella, Cristo reparó por el pecado del hombre, restauró la unión entre éste y Dios, y nos abrió las puertas del cielo para siempre. “Su sacratísima pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación”, enseña el Concilio de Trento.

En la Cruz, dice San León Magno, la sangre del Cordero inmaculado borraba la mancha de la antigua preparicación; en ella se quebraba toda la pertináz audacia de la dominación diabólica, y la vencedora humildad de Jesucristo triunfaba sobre la hinchada soberbia de Lucifer. En concecuencia, la muerte de Cristo en la cruz es fuente de vida para el género humano. Por ella, la deuda contraída por Adán y Eva, fue cancelada para siempre. En este día, la Santa Madre Iglesia, pone en boca del celebrante al cantar el prefacio, estas palabras: “has puesto la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido, por Cristo, Señor nuestro”.

El sacrificio de Cristo, ha transformado para siempre la realidad de la Cruz. Lo que en otro tiempo ha sido un instrumento de dolor y tortura, al que los hombres tenían temor y repulsión; es hoy un signo venerable de esperanza y felicidad para la humanidad. La Cruz, ha sido desde entonces, el signo del cristiano. A ella, los hombres asociarán sus propias cruces, sabiendo que el mismo Jesucristro, quiso compartir sus propios sufrimientos. Bajo el signo de la Cruz, comenzarán y terminarán el día, el trabajo, el descanso, la oración, y las ceremonias de culto de los católicos. En la Cruz, se depositarán los dolores, las alegrías y las esperanzas de los fieles de todos los tiempos. En ella se hallará consuelo en el sufrimiento, alegría en la tristeza, compañía en la soledad y fortaleza en la debilidad. Con el paso de los siglos, la Santa Cruz, estará presente en las torres de las iglesias, en los hogares cristianos, en el cruce de los caminos, en las cumbres de las montañas, sobre el pecho de los obispos, en las tumbas de los muertos y sobre todo, en los altares.

La Santa Cruz será objeto de culto y devoción. Se la expondrá en los templos. Se la representará adornada ricamente. El culto a la Cruz, llevará a los cristianos a ir en busca de las reliquias de la verdadera cruz, donde Jesús consumó el sacrificio redentor.

El 14 de septiembre del año 335, fue dedicada la basílica levantada por el emperador Constantino en el monte Calvario, en el lugar donde su madre, Santa Elena encontró la cruz del Señor y las de los dos ladrones. La fiesta de hoy, que celebramos con el nombre de Exaltación de la Santa Cruz conmemora, a la vez, la recuperación de las reliquias de la Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los persas que la habían robado de Jerusalén.

La Cruz es motivo de gloria para los cristianos, pues en ella, Cristo Señor Nuestro, entregó su vida en sacrificio para la redención del mundo, para restaurar nuestra antigua dignidad. La muerte de Cristo en la cruz y su Resurrección de entre los muertos, es el centro y raíz de nuestra Fe. La Santa Madre Iglesia, nos enseña que la Santa Misa es la renovación de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. El concilio de Trento afirma: “El Sacrificio de la Cruz y el Sacrificio de la Misa son un solo y mismo Sacrificio.”
En el altar de la cruz, el Hijo de Dios se ofreció como una víctima sangrienta; en al Santa Misa se ofrece de nuevo: de donde resulta, que la celebración de una Misa no tiene menos valor que la muerte de nuestro Salvador. Ruperto, abad de Deuz, se expresa así: “Tan cierto es que Cristo en la cruz alcanzó el perdón de nuestros pecados, como que bajo las especies sacramentales nos concede la misma gracia.”
El modo más conveniente de asistir a la Santa Misa, consiste en ofrecerla a Dios en unión con el sacerdote, pensado en el sacrificio de la Cruz, esto es, en la Pasión, Muerte y Resurreción del Señor; y comulgando, al menos espiritualmente. La Comunión es la unión real con la Víctima inmolada y, por consiguinte, la más grande participación en el Santo Sacrificio. Cuando oímos la Santa Misa debemos guardar la máxima devoción y respeto, como espectadores que somos del drama del Calvario.
En la liturgia tridentina, la realidad de la Misa como renovación del sacrificio de la Cruz, se hace por demás evidente. El crucifijo preside el altar. La cruz está bordada en los ornamentos del celebrante y labrada cinco veces en la piedra del altar, doce en las paredes del templo y una en el cáliz y la patena. Durante la Misa, el sacerdote hace la señal de la cruz treinta y una veces sobre la ofrenda, diez y seis veces sobre sí mismo, y tres veces sobre los fieles.
Los ornamentos con que el sacerdote se reviste nos recuerdan las insignias con que Cristo fue revestido en día de su pasión y muerte. En el amito podemos ver el velo con que los soldados del Sumo Sacerdote cubrieron el rostro del Salvador. El alba nos recuerda la vestidura blanca con que Herodes lo vistió por burla. El manípulo y la estola, los cordeles y sogas con fue aprisionado. El síngulo, los látigos nudosos y emplomados con que lo azotaron. La casulla, recuerda el manto púrpura que le pusieron los soldados. En la casulla, el celebrante tiene en el frente la columna de la flagelación y a sobre sus espaldas, lleva la Santa Cruz, como Cristo lo hizo en el vía crucis. El altar y el ara consagrada representan el monte Calvario y la piedra en que se fijó la cruz. El corporal, la palia y el purificador nos recuerdan el sudario y la sabana santa en que fue envuelto el cuerpo del Señor. Con el cáliz y la patena nos simbolizamos el sepulcro y la losa con que este se cerró.
Como podemos ver, todo en la Santa Misa, nos lleva a recordar la Cruz. La Santa Misa y la Cruz son realidades inseparablemente unidas. Quien quiera participar devotamente de la Misa, debe amar y la Pasión del Señor. Quien quiera llevar su cruz y seguir a Jesús, como el nos manda en el Evangelio, debe amar la Santa Misa. A la Misa como a la Cruz, debemos asociar nuestras, alegrías, penas, gozos y sufrimientos, y los de la humanidad entera.
Providencialmente, el Santo Padre Benedicto XVI ha querido que las normas del Motu Proprio “Summorum Pontificum”, comenzasen a observarse a partir de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Sin duda alguna, que la mayor frecuencia en la celebración de la Misa en la forma “extraordinaria”, ayudará a los fieles a recordar la íntima unión existente entre el Sacrificio del Calvario y la Santa Misa.
Que con Santa Rosa Lima, podamos exclamar: “Fuera de la cruz no hay otra escala por donde subir al cielo.”
O crux, ave, spes unica!
Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

Natividad de María Santísima




La Natividad de Nuestra Señora es una de las fiestas marianas más antiguas. Tuvo su origen en oriente en el siglo V, con la dedicación de una basílica en Jerusalén, en el lugar donde se supone nació la Virgen, hoy basílica de Santa Ana. La liturgia de este día está signada por la alegría. La Natividad de María fue el principio de nuestra salvación, como dice la oración colecta de la Misa.
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El nacimiento de todo niño es motivo de alegría. Más aún debe serlo el de esta Niña, que ha sido predestinada a ser la Madre del Salvador, y por ello, preservada de todo pecado en previsión del Sacrificio redentor de su Hijo. Nuestro Señor dice en el Evangelio: "Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él." (Lc. 18, 17). Estas palabras se cumplen al a la perfección en María. Ella conserva esa pureza y humildad, que poseía en su niñez. Más aún, siendo ella concebida sin la mancha del pecado original, es más pura que cualquier infante recién bautizado. María es la criatura más perfecta que ha salido de las manos de Dios. No podía ser de otro modo, pues de ella debía tomar la naturaleza humana el mismo Hijo de Dios. Por ello fue colmada de todas las gracias, desde el instante mismo de su Concepción. Tanto es así que el arcángel exclamará al saludarla: "Ave María, gratia plena". Llena de la gracia de Dios.
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Santo Tomás de Aquino afirma que la Santísima Virgen estuvo llena de gracia de tres modos. Primero, estuvo llena de gracia en su alma porque desde el principio su alma hermosísima fue toda de Dios. Lo segundo, porque estuvo llena de gracia en su cuerpo, ya que mereció dar su purísima carne al Verbo eterno. Lo tercero porque estuvo llena de gracia para provecho de todos, pues así todos los hombres podrían participar de su gracia.
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Los cristianos, invocamos a María en las letanías, con el título de "Foederis Arca". Ella es la nueva Arca de la Alianza, ya no revestida con riquezas materiales, sino con los siete dones del Espíritu Santo. El Arca de la Alianza guardaba en su interior las reliquias más insignes del judaísmo. María ha llevado en su seno al mismo Dios, y le ha dado su propia carne. El arca de la antigua ley era tan sagrada que quien se acercaba a ella y la tocaba sufría la muerte. María, el arca de la nueva ley, irradia una santidad tan grande, que contagia con su virtud a quienes se acercan a ella por la oración, y los conduce a la vida celestial. No hay alma que recurriendo a Santa María no quede transformada y santificada. Por ello Santo Tomás de Villanueva se refería a ella como: "Llena de gracia de cuya plenitud participan todos."
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En el nacimiento de la Virgen , el mismo demonio se ve humillado y abatido, por una frágil Niña recién nacida, a quien no ha podido ni podrá jamás mancillar con el pecado. Es por esto que Tomás de Kempis asemeja a María a una fortaleza. Dice así: "El mismo Jesús entró en esta fortaleza, asumiendo en ella los sagrados miembros de su cuerpo, con el fin de vencer al príncipe de las tinieblas. Tú también, entonces, entra para refugiarte a la sombra de esta fortaleza, rogando día y noche ser salvado por los méritos de la Santísima Virgen, de todos los males que te amenazan, manteniéndote seguro bajo el amplio manto de Nuestra Señora, ya que, cuando María ruega, desaparece toda horda maligna."
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Alegrémonos pues en este día. Demos gracias a Dios Padre por haber creado a la Virgen y haberla adornado de todas las virtudes. Demos gracias a Dios Hijo, que en su gran generosidad, no se ha reservado para sí mismo este tesoro, sino que nos ha dado como Madre a su propia Madre. Demos gracias al Espíritu Santo, que ha querido que junto a El ocupemos un lugar en el Corazón Purísimo de María. Demos gracias por su gran amor, a la Santa Trinidad de quien María es templo Santísimo.
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Ave María purísima!
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Nichán Eduardo Guiridlian Guarino