martes, 25 de diciembre de 2007

La Santa Misa renueva el Nacimiento de Jesucristo


La Iglesia Católica canta en toda la tierra el tierno misterio del nacimiento del Salvador, sirviéndose de éstas palabras: "En este día la suavidad manará de las montañas, y las colinas destilarán miel. En efecto el día de Navidad, Aquél que es fuente de toda dulzura y lo dulcificó todo; trajo del Cielo la verdadera alegría, anunció la paz a los hombres de buena voluntad, consoló a los afligidos, y en una palabra, con su feliz venida colmó de bendiciones al universo.
¡Qué inmensa alegría para el Padre Eterno en aquella noche, cuando vio nacer de la Virgen María al Hijo muy Amado que había engendrado antes de todos los siglos!¡De qué ternura os sentiríais vos inmolada, oh María! Al contemplar a Jesús, pensabais que no solamente era vuestro Hijo, sino también vuestro Dios. ¡Cuan sobrecogidos de gozo debieron estar aquellos pastores a quienes los ángeles anunciaron su nacimiento!
Nosotros también oímos la comunicación del Ángel a los pastores: "He aquí que yo os anuncio una grande alegría: hoy os ha nacido un Salvador." Podemos , en efecto, asistir todos los días a este bendito nacimiento. Basta para ello asistir a la Misa donde se renueva y continúa Escuchemos a Santa Hildegarda: "Un día, después de la consagración, consideraba las Santas Especies, y el nacimiento del Salvador me apareció entonces como un espejo". Este testimonio confirma nuestra posición, y prueba bastante que el Cielo toma parte tan viva en este sublime acto como lo hizo hace veinte siglos.
¿Queréis ser de quién y como nace Jesucristo? Escuchad a San Jerónimo: "Los sacerdotes llaman a Cristo a la vida por medio de sus labios consagrados", como si el santo Doctor dijese: Jesucristo nace de los labios del sacerdote, cuando este pronuncia las palabras de la Consagración.
Si pues el Verbo hecho carne, nace de nuevo por la palabra del sacerdote; si este espejo de justicia es elevado por las manos sacerdotales y ofrecido a Dios por el celebrante y por el pueblo, ¡que alegría y que delicias no experimentará el Padre celestial! Ciertamente, no son menores que las que experimentó en la noche de Navidad.
Si la noche de Navidad hubieseis estado en la gruta de Belén, hubierais tomado en vuestros brazos al Niño Jesús y lo hubierais ofrecido a su Padre, suplicándole que os mirara con ojos de misericordia, por el amor de este Hijo, bien amado: ¿Podéis dudar que os hubiese colmado de sus gracias? Pues bien; haced lo mismo en la Misa, sobre todo, durante el Adviento y en Navidad; id en espíritu al altar, coged a Jesús en vuestros brazos y ofrecedle a su Padre.
Tomado del libro "Explicación de la Santa Misa, del Padre Martín de Cochem