domingo, 25 de noviembre de 2012

Explicación de la Misa de Siempre



María tiene poder para defender a los que la invocan en las tentaciones del demonio




No sólo María santísima es reina del cielo y de los santos, sino que también ella tiene imperio sobre el infierno y los demonios por haberlos derrotado valientemente con su poder. Ya desde el principio de la Humanidad, Dios predijo a la serpiente infernal la victoria y el dominio que había de ejercer sobre él nuestra reina al anunciar que vendría al mundo una mujer que lo vencería: "Pondré enemistades entre ti y la mujer... Ella quebrantará tu cabeza" (Gn 3,15). ¿Y quién fue esta mujer su enemiga sino María, que con su preciosa humildad y vida santísima siempre venció y abatió su poder? "En aquella mujer fue prometida la Madre de nuestro Señor Jesucristo", dice san Cipriano. Y por eso argumenta que Dios no dijo "pongo", sino "pondré", para que no se pensara que se refería a Eva. Dice pondré enemistad entre ti y la mujer para demostrar que esta triunfadora de Satán no era la Eva allí presente, sino que debía de ser otra mujer hija suya que había de proporcionar a nuestros primeros padres mayor bien, dice san Vicente Ferrer, que aquellos de que nos habían privado al cometer el pecado original. María es, pues, esa mujer grandiosa y fuerte que ha vencido al demonio y le ha aplastado la cabeza abatiendo su soberbia, como lo dijo Dios: "Ella quebrantará tu cabeza". Cuestionan algunos si estas palabras se refieren a María o a Jesucristo, porque los Setenta traducen: "El quebrantará tu cabeza". Pero en cualquier caso, sea el Hijo por medio de la Madre o la Madre por virtud del Hijo, han desbaratado a Lucifer y, con gran despecho suyo, ha quedado aplastado y abatido por esta Virgen bendita, como dice san Bernardo. Por lo cual vencido en la batalla, como esclavo, se ve forzado a obedecer las órdenes de esta reina. "Bajo los pies de María, aplastado y triturado, sufre absoluta servidumbre". Dice san Bruno que Eva, al dejarse vencer de la serpiente nos acarreó tinieblas y muerte; pero la santísima Virgen, venciendo al demonio nos trajo la luz y la vida. Y lo amarró de modo que el enemigo no puede ni moverse ni hacer el menor mal a sus devotos.


Hermosa es la explicación que da Ricardo de San Lorenzo de aquellas palabras de los Proverbios: "En ella confía el corazón de su marido que no tendrá necesidad de botín" (Pr 31,11), y dice: "Confía en ella el corazón de su esposo, es decir, Cristo; y es que ella enriquece a su esposo con los despojos que le quita al diablo". "Dios ha confiado a María el corazón de Jesús a fin de que ella corra con el cuidado de hacerlo amar de los hombres". Así lo explica Cornelio a Lápide. Y de ese modo no le faltarán despojos, es decir, almas rescatadas que ella le consigue despojando al infierno, salvándolas de los demonios con su potente ayuda.

Ya se sabe que la palma es señal de la victoria; por eso nuestra reina está colocada en excelso trono a vista de todas las potestades como palma signo de victoria segura, que es lo que se pueden prometer todos los que se colocan bajo su amparo. "Extendí mis ramos como palma de Cadés" (Ecclo 24,18), es decir, para defender, como añade san Alberto Magno. "Hijos, parece decirnos María, cuando os asalta el enemigo recurrid a mí, miradme y confiad, porque en mí que os defiendo veréis también lograda vuestra victoria". Y es que recurrir a María es el medio segurísimo para vencer todas las asechanzas del infierno, porque ella, dice san Bernardino de Siena, tiene señorío sobre los demonios y el infierno, a quienes domeña y abate. Que por eso María es llamada terrible contra las potestades infernales como ejército bien disciplinado. "Terrible como ejército en orden de batalla" (Ct 6,3), porque sabe combinar muy bien su poder, su misericordia y sus plegarias para confundir a sus enemigos y en beneficio de sus devotos, que en las tentaciones invocan su potente socorro.


"Yo, como la vid, di frutos de suave aroma" (Ecclo 24,23). "Yo, como la vid -le hace decir el Espíritu Santo-, he dado frutos de suave fragancia". "Dicen -explica san Bernardo referente a este pasaje- que al florecer las viñas se ahuyentan los reptiles venenosos". Así también tienen que huir los demonios de las almas afortunadas que tienen aromas de la devoción de María. También por esto María es llamada "cedro": "Como cedro me he elevado en el Líbano" (Ecclo 24,17). No sólo porque así como el cedro es incorruptible, así María no sufrió la corrupción del pecado, sino también porque, como dice el cardenal Hugo a este respecto, como el cedro con su penetrante olor ahuyenta a las serpientes, así María con su santidad pone en fuga a los demonios.

En Israel, por medio del arca se ganaban las batallas. Así vencía Moisés a sus enemigos. "Al tiempo de elevar el arca decía Moisés: Levántate, Señor, y que sean dispersados tus enemigos" (Nm 10,35). Así fue conquistada Jericó, así fueron derrotados los filisteos. "Allí estaba el arca de Dios" (1Sm 14,18). Ya es sabido que el arca fue figura de María. "El arca que contenía el maná, o sea, Cristo, es la santísima Virgen que consigue la victoria sobre los malvados y los demonios". Y como en el arca se encontraba el maná, así en María se encuentra Jesús, del que igualmente fue figura el maná, por medio de este arca se obtiene la victoria sobre los enemigos de la tierra y del infierno. Por eso dice san Bernardino de Siena que cuando María, arca del Nuevo Testamento, fue elevada a ser reina del cielo, quedó muy débil y abatido el poderío del demonio sobre los hombres.


"¡Cómo tiemblan ante María y su nombre poderosísimo los demonios en el infierno!", exclama san Buenaventura. El santo compara a estos enemigos con aquellos de los que habla Job: "Fuerzan de noche las casas... y si los sorprende la aurora la ven como las sombras de la muerte" (Jb 24,16-17). Los ladrones van a robar las casas de noche; pero si en eso les sorprende la aurora, huyen como si se les apareciera la sombra de la muerte. Lo mismo, dice san Buenaventura, sucede cuando los demonios entran en un alma si ésta se encuentra espiritualmente a oscuras. Pero en cuanto al alma le viene la gracia y la misericordia de María, esta hermosa aurora disipa las tinieblas y pone en huida a los enemigos infernales como se huye de la muerte. ¡Bienaventurado el que siempre, en las batallas con el infierno, invoca el hermosísimo nombre de María!

Dios reveló a santa Brígida que ha concedido tan gran poder a María para vencer a los demonios, que cuantas veces asaltan a un devoto de la Virgen que pide su ayuda, a la menor señal suya huyen despavoridos, prefiriendo que se le multipliquen los tormentos del infierno a verse dominados por el poder de María.

"Como lirio entre espinas, así es mi amiga entre las vírgenes" (Ct 2,2). Comentando estas palabras en que el esposo divino alaba a su amada esposa cuando la compara con la azucena entre espinas, que así es su amada entre todas, reflexiona Cornelio a Lápide y dice: "Así como la azucena es remedio contra las serpientes y sus venenos, así invocar a María es remedio especialísimo para vencer todas las tentaciones, sobre todo las de impureza, como lo comprueban quienes lo practican".

Decía san Juan Damasceno: "Oh Madre de Dios, teniendo una confianza invencible en ti, me salvaré. Perseguiré a mis enemigos teniendo por escudo tu protección y tu omnipotente auxilio". Lo mismo puede decir cada uno de nosotros que gozamos la dicha de ser los siervos de esta gran reina: Oh Madre de Dios, si espero en ti jamás seré vencido, porque defendido por ti perseguiré a mis enemigos, y oponiéndoles como escudo tu protección y tu auxilio omnipotente, los venceré. El monje Jacobo, doctor entre los padres griegos, hablando de María con el Señor, así le dice: "Tu, Señor mio, me has dado esta Madre como un arma potentísima para vencer infaliblemente a todos mis enemigos".

Se lee en el Antiguo Testamento que el Señor, desde Egipto hasta la tierra de promisión, guiaba a su pueblo durante el día con una nube en forma de columna, y por la noche con una columna de fuego (Ex 13,21). En esta nube en forma de columna y en esta columna en forma de fuego, dice Ricardo de San Lorenzo, está figurada María y sus dos oficios que ejercita constantemente para nuestro bien; como nube nos protege de los ardores de la divina justicia, y como fuego nos protege de los demonios. Es ella como columna de fuego, afirma el santo, porque como la cera se derrite ante el fuego, así los demonios pierden sus fuerzas ante el alma que con frecuencia se encomienda a María y trata devotamente de imitarla.

"¡Cómo tiemblan los demonios -afirma san Bernardo- con sólo oír el nombre de María!" "Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no solo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror". "Así como los hombres -dice Tomás de Kempis- caen por tierra espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados los demonios cuando oyen que se nombra a María". ¡Qué maravillosas victorias han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su nombre! Así lo venció san Antonio de Padua; así el beato Enrique Susón; así tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: "No tengo armas con que asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María". Apenas dijo esto cuando a la voz de estos nombres tremendos se abrió la tierra y se tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los peligros.

"Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María! -exclama san Buenaventura-. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma". Muy glorioso y admirable es tu nombre, oh María; los que se acuerdan de pronunciarlo en la hora de la muerte no tienen ningún miedo al infierno, porque los demonios, en cuanto oyen que se nombra a María, al instante dejan en paz a esa alma. Y añade el santo que no temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección. "Tú, Señora -dice san Germán-, con la sola invocación de tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo". ¡Ah! Si las criaturas tuvieran cuidado de invocar el nombre de María con toda confianza, en las tentaciones, ciertamente, nunca caerían. Sí, porque como dice el beato Alano, al oír este sublime nombre huye el demonio y se estremece el infierno. "Satán huye y tiembla el infierno cuando digo: Ave María". También reveló la misma reina a santa Brígida que hasta de los pecadores más perdidos y más alejados de Dios y más poseídos del demonio huye enseguida el enemigo en cuanto siente que ellos invocan en su ayuda con verdadera voluntad de enmendarse el poderosísimo nombre de ella. Pero añadió la Virgen que los demonios, si el alma no se enmienda y no arroja de sí el pecado con la contrición, pronto retornan y siguen poseyéndola.

De "Las Glorias de María", San Alfonso María de Ligorio

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Cómo prevenir la homosexualidad ?


Este libro nos permite identificar los potenciales bloqueos de desarrollo de la
personalidad y ofrece consejos prácticos para ayudar a que los hijos afiancen una segura identidad sexual.

¿Qué es la homosexualidad? ¿Se aprende?¿Es algo biológico? ¿O quizá ambas cosas? ¿Puede prevenirse?
La respuesta a estas preguntas interesa profundamente a los padres que buscan lo mejor para sus hijos. Es un hecho el que la mayoría de los padres prefieren para ellos una orientación heterosexual… pero existe una gran presión, y mucha mala información, para hacerles creer que no se puede hacer nada en ese sentido y que "no hay que traumatizarles". La experiencia clínica del doctor Nicolosi y otros profesionales, junto con numerosos estudios, indica lo contrario.

Los factores biológicos pueden tener importancia en la confusión de género de algunos niños; sin embargo, los especialistas afirman que puede resolverse esa dificultad, ya sea con o sin terapia, pues existen evidencias de que la influencia familiar y social es el factor más importante para el desarrollo de la homosexualidad.

En este libro, el autor nos ofrece una guía clara para identificar los potenciales bloqueos de desarrollo de la personalidad y ofrece consejos prácticos para ayudar a que los hijos afiancen una segura identidad sexual. Lleno de historias personales de padres, hijos y jóvenes, esta guía ofrece esperanza para todos aquellos que buscan establecer el fundamento de una apropiada identidad heterosexual en sus hijos.

Joseph Nicolosi es psicólogo clínico; fundador y director de la Clínica Psicológica Tomás de Aquino, en California; y antiguo presidente de la National Association of Research and Therapy of Homosexuality (NARTH). Es conocido internacionalmente por defender, y practicar, la terapia reparativa, que intenta ayudar a vencer o reducir los sentimientos de atracción al mismo sexo no queridos. Ha descrito sus teorías en Reparative Therapy of Male Homosexuality: A New Clinical Approach y otros libros.

Linda Ames Nicolosi es la directora de publicaciones de NARTH y ha trabajado con su marido durante veinte años en sus proyectos.

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Qué es el purgatorio?









Autor: P. Clemente González
Fuente: es.catholic.net

Es indudable que muchos católicos nos cuestionamos qué será eso tan misterioso que llamamos Purgatorio, porque lo hemos escuchado de pequeños en la catequesis, en casa, en algunas oraciones, etc.

Respondiendo en pocas palabras, el Purgatorio es el estado al que van las almas, que, aún muriendo en gracia de Dios, no han llegado en su vida a purificar el daño que han ocasionado con sus pecados.

Pero... ¿De qué hay que “purgarse”? ¿No se supone que se nos perdonan todos los pecados en la confesión?


Con la confesión quedan perdonados nuestros pecados y quedamos libres del castigo eterno que nos merecíamos. Pero la confesión no repara el daño que hemos ocasionado. Ése, debemos repararlo nosotros con nuestras buenas obras o con nuestro sacrificio.


Entenderlo es tan fácil como pensar que rompimos un vidrio de la casa del vecino. Corremos a su casa y le pedimos perdón. Nuestro vecino nos perdona de todo corazón y seguimos siendo tan amigos como antes. Pero... ¡el vidrio sigue igual de roto!


Los que aún estamos vivos, podemos reparar el daño que hemos ocasionado con los grandes medios que nos ofrece la Santa Madre Iglesia como los sacramentos, la oración diaria a Dios, las obras de misericordia, la predicación de la Palabra de Dios, las indulgencias plenarias, la vida de caridad y de santidad.

El otro modo, que es la forma menos recomendable para reparar la pena temporal, es pasar por el Purgatorio.

Cuentan de santos, que han tenido la visión del Purgatorio, que hubiesen preferido sufrir lo más terrible de esta vida por mil años, que estar un solo día en el Purgatorio. Allí se va para una purificación en profundidad, una limpieza que cuesta grandes pesares y malestares, pero necesaria para nuestra buena salud.
El purgatorio existe, debe existir porque nadie entra a las Bodas del Reino de los Cielos con la piel y la ropa llena de mugre. Es necesario entrar con el mejor vestido. Y donde se nos lava hasta el punto de quedar dignos para el paraíso y con el traje adecuado, es en el Purgatorio. Nadie nos obligó a ensuciarnos, lo hicimos por libre disposición. Pero si queremos ser buenos invitados, no se nos ocurrirá entrar indignamente presentados, desearemos estar limpios, muy limpios, como se merece el Esposo de las Bodas.

El Purgatorio, por tanto, existe y es más que un lugar, es un estado de purificación, con un fuego que nos arrancará nuestros errores de raíz y los disolverá en su fuego, con el dolor de los que se sanan de una herida.

No es para nada igual que el Infierno, pues en el Infierno reinan el odio y la desesperación eterna y en el Purgatorio reinan el amor y la esperanza, la firme convicción de la salvación eterna. Todo allí será sufrir pero sólo para lograr amar verdaderamente al Señor que nos esperará con los brazos abiertos en su eterno Convite Celestial.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Obediencia al Papa



Los católicos profesamos obediencia al Papa, como legítimo sucesor del Pedro, y le consideramos el representante de nuestro Señor Jesucristo aquí en la tierra. Ante esta afirmación algunos hoy en día se preguntan: ¿De donde viene la autoridad del Papa? ¿No es solo un hombre? ¿Infalible significa que el Papa no puede equivocarse?


1. Si Cristo es Cabeza de la Iglesia, ¿Por qué decimos que San Pedro es el Jefe de la Iglesia?
En varios lugares de la Escritura consta que Cristo nombró a San Pedro Jefe de la Iglesia:
Cristo, al instituir a los Doce, "formó una especie de colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19). (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 880)

“El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Consta que también el colegio de los apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.” (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 881).

Contemplar el misterio
Tu más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu obediencia más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice–Cristo en la tierra, para el Papa. -Hemos de pensar los católicos que, después de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Santo Padre. (Forja, 135)

Esta es la única Iglesia de Cristo -que profesamos en el Símbolo Una, Santa, Católica y Apostólica-, la que nuestro Salvador, después de su resurrección, entregó a Pedro para que la apacentara, encargándole a él y a los otros Apóstoles que la difundieran y la gobernaran, y que erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad (CONCILIO VATICANO II, Const. Dogm. Lumen gentium n. 8).(Amar a la Iglesia, 19)


2. ¿Por qué el Papa es el sucesor de san Pedro?
El Papa es el legítimo sucesor de San Pedro, porque Cristo nombró a San Pedro jefe de su Iglesia. Pedro, por voluntad divina estableció su residencia en Roma. Y así, por disposición divina, quien le sucede como Obispo de Roma, le sucede también en el supremo gobierno de la Iglesia.
(Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 882)

Contemplar el misterio
El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros un hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo. Si tratamos al Señor en la oración, caminaremos con la mirada despejada que nos permita distinguir, también en los acontecimientos que a veces no entendemos o que nos producen llanto o dolor, la acción del Espíritu Santo. (Amar a la Iglesia, 30)


Católico, Apostólico, ¡Romano! -Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu “romería”, videre Petrum, para ver a Pedro. (Camino, 520)

Venero con todas mis fuerzas la Roma de Pedro y de Pablo, bañada por la sangre de los mártires, centro de donde tantos han salido para propagar en el mundo entero la palabra salvadora de Cristo. Ser romano no entraña ninguna muestra de particularismo, sino de ecumenismo auténtico; supone el deseo de agrandar el corazón, de abrirlo a todos con las ansias redentoras de Cristo, que a todos busca y a todos acoge, porque a todos ha amado primero. (Amor a la Iglesia, 28)


3. ¿Cuál es la misión del Papa?
El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia. Es el Vicario de Cristo, cabeza del colegio de los obispos y pastor de toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena, suprema, inmediata y universal. (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 182)

El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirle a sus sucesores, es Cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente." (Código de derecho canónico, canon 331).

Contemplar el misterio
¿Cuál es la misión permanente de San Pedro? Hacer que la Iglesia no se identifique jamás con una sola nación, con una sola cultura o con un solo Estado. Que sea siempre la Iglesia de todos. Que reúna a la humanidad por encima de todas las fronteras y, en medio de las divisiones de este mundo, haga presente la paz de Dios, la fuerza reconciliadora de su amor. Gracias a la técnica, que es igual por doquier, gracias a la red mundial de informaciones, como también gracias a la unión de intereses comunes, existen hoy en el mundo nuevos modos de unidad, que sin embargo generan también nuevos contrastes y dan nuevo impulso a los antiguos. En medio de esta unidad externa, basada en las cosas materiales, tenemos gran necesidad de unidad interior, que proviene de la paz de Dios, unidad de todos los que, mediante Jesucristo, se han convertido en hermanos y hermanas. Esta es la misión permanente de san Pedro y también la tarea particular encomendada a la Iglesia de Roma. (Benedicto XVI, Homilía del 29 de junio de 2008)

El camino de san Pedro hacia Roma, como representante de los pueblos del mundo, se rige sobre todo por la palabra una: su tarea consiste en crear la unidad de la catholica, de la Iglesia formada por judíos y paganos, de la Iglesia de todos los pueblos. San Pedro, que según la orden de Dios había sido el primero en abrir la puerta a los paganos, deja ahora la presidencia de la Iglesia cristiano-judía a Santiago el Menor, para dedicarse a su verdadera misión: el ministerio para la unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos. (Benedicto XVI, Homilía del 29 de junio de 2008)




4. ¿Qué significa que el Papa es Vicario de Cristo?
El Papa se llama Vicario de Cristo porque hace sus veces en el gobierno de la Iglesia. Vicario viene de las palabras latinas: vices agere, hacer las veces.
Cabeza visible de la Iglesia, porque la rige con la misma autoridad de Cristo, que es la Cabeza invisible.
(Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 882)


5. ¿Por qué se le llama Sumo Pontífice?
Sumo Pontífice significa sumo sacerdote porque tiene en su poder todos los poderes espirituales con que Cristo enriqueció a su Iglesia. El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles"(LG 23)

Contemplar el misterio
Esta Iglesia Católica es romana. Yo saboreo esta palabra: ¡romana! Me siento romano, porque romano quiere decir universal, católico; porque me lleva a querer tiernamente al Papa, il dolce Cristo in terra como gustaba repetir Santa Catalina de Siena. (Amar a la Iglesia, 28)

Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!". (Surco, 344)

Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia. Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: ¡un solo apostolado! (Forja, 638)


6. ¿Infalible significa que el Papa no puede equivocarse en nada?

Para velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres.
(Catecismo de la Iglesia Católica, cc.890)

El Romano Pontífice, cabeza del colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral [...] (Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 891)

Contemplar el misterio
La suprema potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad, cuando habla ex cathedra no son una invención humana: se basan en la explícita voluntad fundacional de Cristo. ¡Qué poco sentido tiene entonces enfrentar el gobierno del Papa con el de los obispos, o reducir la validez del Magisterio pontificio al consentimiento de los fieles! Nada más ajeno que el equilibrio de poderes; no nos sirven los esquemas humanos, por atractivos o funcionales que sean. Nadie en la Iglesia goza por sí mismo de potestad absoluta, en cuanto hombre; en la Iglesia no hay más jefe que Cristo; y Cristo ha querido constituir a un Vicario suyo -el Romano Pontífice- para su Esposa peregrina en esta tierra.
(Amar a la Iglesia, 30)

7. ¿Cuándo se ejerce la infalibilidad del Magisterio?

La infalibilidad del Magisterio se ejerce cuando el Romano Pontífice, en virtud de su autoridad de Supremo Pastor de la Iglesia, o el colegio de los obispos en comunión con el Papa, sobre todo reunido en un Concilio Ecuménico, proclaman con acto definitivo una doctrina referente a la fe o a la moral; y también cuando el Papa y los obispos, en su Magisterio ordinario, concuerdan en proponer una doctrina como definitiva. Todo fiel debe adherirse a tales enseñanzas con el obsequio de la fe.
(Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, cc. 185)

Contemplar el misterio
Cada día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un amor siempre más ¡teológico! (Surco, 353)

La fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida (Forja 633).

Acoge la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y eficaz: ¡hazle eco! (Forja, 133)


Texto tomado de: http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/por-que-el-papa-es-pedro

sábado, 17 de noviembre de 2012

¿ Por qué conviene ir vestido de sacerdote ?


El hábito eclesiástico es un signo de consagración para uno mismo, nos recuerda lo que somos, recuerda al mundo la existencia de Dios, hace bien a los creyentes que se alegran de ver ministros sagrados en la calle, supone una mortificación en tiempo caluroso

El sacerdote al mirarse en el espejo o en una foto, y verse revestido de un hábito eclesiástico piensa: tú eres de Dios.

Bajo la sotana, el sacerdote viste como el común de los hombres. Pero revestido con su traje talar, su naturaleza humana queda cubierta por la consagración.

El que viste su hábito eclesiástico es como si dijera: el lote de mi heredad es el Señor.

El color negro recuerda a todos que el que lo lleva ha muerto al mundo. Todas las vanidades del siglo han muerto para ese ser humano que ya sólo ha de vivir de Dios. El color blanco del alzacuellos simboliza la pureza del alma. Conociendo el simbolismo de estos dos colores es una cosa muy bella que todas las vestiduras del sacerdote, incluso las de debajo de la sotana, sean de esos dos colores: blanca camisa y alzacuellos, negro jersey, pantalones, calcetines y zapatos.

El hábito eclesiástico también es signo de pobreza que nos evita pensar en las modas del mundo. Es como si dijéramos al mundo: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

La vestimenta propia del sacerdote es la sotana. Pero el clériman también es un signo adecuado de consagración, manifestando esa separación entre lo profano y lo sagrado. Aunque el hábito eclesiástico propio del presbítero sea por excelencia la túnica talar, el clériman es un hábitus ecclesiasticus y todo lo que aquí se dice a favor de la sotana, se puede aplicar al clériman. En caso de que estas hojas las lea un religioso, evidentemente, lo dicho aquí de la sotana valdrá para su propio hábito religioso.

P. José Antonio Fortea

viernes, 16 de noviembre de 2012

Cómo hacer una buena Confesión Sacramental




Preparación para hacer una Confesión profunda:

La confesión es un acto de humildad de los más grandes y el que más molesta al enemigo. Que un hombre pecador se arrodille ante otro hombre pecador para aceptar sus miserias es algo muy beneficioso para nosotros porque cada día va quitándole territorios al demonio que ya tenía conquistados en nuestra alma. Cada vez que tú eres humilde, envías al demonio de regreso al infierno, el no puede ser otra cosa que soberbio y orgulloso y con la confesión tu lo vences.

Dicen los Sacerdotes que una confesión bien hecha es más poderosa que el más potente exorcismo, porque en el exorcismo se está expulsando al demonio que posee el cuerpo, pero en la confesión se expulsa a los pecados que poseen el alma y eso no lo puede hacer nadie por nosotros, es una decisión individual sacarlos de ahí. Solo una vida de Gracia es lo que nos mantiene blindados ante las balas que el demonio nos lanza a diario.

Cuando llegamos donde el Sacerdote a confesarnos, es porque ya venimos de pedir perdón a Dios por nuestras culpas, ya tuvimos tiempo de pensar detenidamente en los pecado que podríamos haber cometido, ya nos dolimos por ofenderlo, ya nos dimos cuenta de que traicionamos a Quien nos ama y ahora vamos a traer la absolución que Jesús mismo nos da por medio del Sacerdote.

Una buena confesión es aquella en la que le decimos a Dios que estamos arrepentidos de haberlo ofendido y que vamos a poner todo de nuestra parte para no traicionarlo más con ese pecado; nadie llega donde su padre a decirle “perdóname, robé cinco dólares de tu cartera, perdóname esta vez, pero volveré a hacerlo”, esa no es una actitud de arrepentimiento, esa actitud no amerita el perdón. El perdón viene junto con la intención de no continuar en esa actitud y si no nos consideramos capaces de evitarlo, si creemos que nos tiene encadenados y que nuestra voluntad ya no nos pertenece, pues con mayor razón, al confesión debe ser un acto de verdadera humildad en el que detestamos el pecado en que lo aborrezcamos y roguemos a Dios que se apiade de nosotros y que nos conceda la Gracia que necesitamos para detenernos, El es quien da la fuerza para vencer la tentación, pero quiere vernos ansiosos por ya no ofenderlo.

Es clave que en la confesión debemos llamar a los pecados por su nombre, no podemos hacerlos ver menores de lo que son, ni disfrazarlos y mucho menos hacerlos ver como la respuesta lógica a las acciones de otros en nuestra contra, las confesiones durarían dos minutos por persona, si la gente no dijera cosas como “yo venía en el tráfico y el auto rojo de enfrente casi me choca mi Toyota nuevo, entonces por esa gran imprudencia me molesté y yo le grité que tuviera más cuidado”, el auto de enfrente no está en el confesionario, solo yo que estoy atando en el infierno al pecado: “Padre, le pido perdón a Dios porque proferí un insulto contra un Templo de Su Santo Espíritu, me irrité contra mi hermano y lo ofendí”.

Para que el pecado vaya siendo arrancado de nuestra vida es necesario cumplir la penitencia que el Sacerdote nos impone y también reparar el daño que cometimos (si esto es posible), algunos actos de reparación podrían ser: devolver lo robado, pedir perdón a quien ofendimos, hacer un acto de amor para borrar nuestra falta a la caridad, etc.

Para hacer una confesión general profunda, antes de ir al confesionario, Ud. debe ponerse en las Manos de Dios, pedir la asistencia del Espíritu Santo y leer estas lecturas:

- Romanos Capítulo 1, versículos del 18 en adelante y Capítulo 2, versículos del 1 al 16
1 Corintios Capítulo 6
- Gálatas Capitulo 5
- Levítico Capítulos del 15 al 20
- Deuteronomio Capítulos 18 y 29

1º Ponerse de rodillas, invocar al Espíritu Santo y pedirle a Él y al Angel de la Guarda que nos ayuden a redordar los pecados que debemos confesar, aún aquellos que están ocultos para nosotros. Hacer una lista escrita de los pecados en los que uno ha incurrido.

2º Ir al Santísimo, ponerse de rodillas y pedir la protección e intercesión de María Santísima y de San Miguel Arcángel, de los Angeles y de los Santos del Cielo

3º Pedir a Jesús Sacramentado la Gracia del arrepentimiento, del Perdón y de la Misericordia y confesarle a Jesús esos pecados de la lista, entregárselos, poner especial cuidado en pedir perdón por aquellos pecados más difíciles de confesar

4º Hacer un fuertísimo propósito de no volver a cometerlos o al menos el propósito de cambiar al menos uno de ellos. Pedir la ayuda Celestial para lograrlo

5º Antes de levantarse del piso debe pedir a Jesús: “Concédeme la Gracia de llevarme a un Sacerdote que me escuche con paciencia toda esta lista de pecados y háblame a través de él”.

6º Ir a confesarse con el Sacerdote sin disimular los pecados, sin querer hacerlos ver menores de lo que son, sin querer ponerles otros nombres, llame al pecado por su nombre y dígalo con valor y arrepentimiento. (No diga: odio a tal persona porque ella me hace tal o cual cosa… decir: Siento odio por tal persona!!! He robado, etc. Hágase cargo de sus culpas y no culpe a nadie más).

7º No deje que Satanás lo atormente después de la confesión, sépase perdonado, siéntase perdonado. Antes de confesarse Satanás le decía: Eso no es pecado! Y después de la confesión le dice: Dios no te ha perdonado ese grave pecado!  Si Satanás lo quiere convencer de que Ud. sigue siendo un inmundo, que sigue en pecado, muéstrele la Cruz y dígale que se vaya de ahí, repréndalo en el Nombre de Jesús y dígale que esa Cruz es la señal de que Cristo ya le ha perdonado todas sus faltas! Expúlselo, eso le recordará que ya ha sido derrotado.

8º Repare las faltas que ha cometido, si eso es posible, aléjese de aquellas amistades o actividades que pongan en riesgo su estado de Gracia, si luego de salir del confesionario Ud. recuerda un pecado que no confesó, sepa que ha recibido una Gracia de Dios, por su interés en hacer las cosas bien y confiéselo en la próxima vez. El Sacerdote lo absuelve de “todos sus pecados” y es Jesús mismo quien lo ha absuelto, pero es necesario que Ud. sea quien confiese esos pecados que hoy no recuerda con sus labios, en la medida en que Ud. camine en la Luz, todo lo que está en la oscuridad irá siendo descubierto para que sea confesado.

Algunas citas bíblicas del Nuevo Testamento sobre el tema:

Juan 20, 22-23: "Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." Solo el Sacerdote puede perdonar los pecados en nombre de Cristo, no importa si el mismo es un gran pecador, Jesús siempre supo que Judas lo iba a traicionar y aún así le dio autoridad para sanar a los enfermos, para expulsar a los demonios, etc.

Mateo 18, 18: "Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo" Jesús dejó este beneficio a nuestra Iglesia, quien no lo aprovecha está enterrando el talento.

Hechos 19, 18: "Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus prácticas" Inmediatamente la confesión se convirtió en una práctica de obediencia y hoy 2000 años después sigue vigente.

2 Corintios 5, 18-20: "Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!" Los apóstoles dicen "somos embajadores de Cristo", fué en ellos quien Jesús dejó el ministerio del perdón de los pecados, sobre nadie más, ni siquiera sobre los discípulos, solo sobre los apóstoles que se han venido sucediendo y que así seguirán hasta el fin del mundo.

1 Juan 1, 8-10: "Si decimos: "No tenemos pecado", nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia"

Esta es la preparación para hacer una confesión profunda, los pasos de la confesión están en la entrada:http://misdevocionescatolicas.blogspot.com/2010/04/oraciones-para-la-confesion-sacramental.html

jueves, 8 de noviembre de 2012

Sacramento del Orden Sagrado


CARTA APOSTÓLICA
ORDINATIO SACERDOTALIS
DEL PAPA JUAN PABLO II
SOBRE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL
RESERVADA SÓLO A LOS HOMBRES




   
Venerables Hermanos en el Episcopado:

1. La ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres. Esta tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias Orientales.

Cuando en la Comunión Anglicana surgió la cuestión de la ordenación de las mujeres, el Sumo Pontífice Pablo VI, fiel a la misión de custodiar la Tradición apostólica, y con el fin también de eliminar un nuevo obstáculo en el camino hacia la unidad de los cristianos, quiso recordar a los hermanos Anglicanos cuál era la posición de la Iglesia Católica: "Ella sostiene que no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente fundamentales. Tales razones comprenden: el ejemplo, consignado en las Sagradas Escrituras, de Cristo que escogió sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia"(1).
Pero dado que incluso entre teólogos y en algunos ambientes católicos se discutía esta cuestión, Pablo VI encargó a la Congregación para la Doctrina de la Fe que expusiera e ilustrara la doctrina de la Iglesia sobre este tema. Esto se hizo con la Declaración Inter insigniores, que el Sumo Pontífice aprobó y ordenó publicar(2).

2. La Declaración recoge y explica las razones fundamentales de esta doctrina, expuesta por Pablo VI, concluyendo que la Iglesia "no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal"(3). A tales razones fundamentales el mismo documento añade otras razones teológicas que ilustran la conveniencia de aquella disposición divina y muestran claramente cómo el modo de actuar de Cristo no estaba condicionado por motivos sociológicos o culturales propios de su tiempo. Como Pablo VI precisaría después, "la razón verdadera es que Cristo, al dar a la Iglesia su constitución fundamental, su antropología teológica, seguida siempre por la Tradición de la Iglesia misma, lo ha establecido así"(4).
En la Carta Apostólica Mulieris dignitatem he escrito a este propósito: "Cristo, llamando como apóstoles suyos sólo a hombres, lo hizo de un modo totalmente libre y soberano. Y lo hizo con la misma libertad con que en todo su comportamiento puso en evidencia la dignidad y la vocación de la mujer, sin amoldarse al uso dominante y a la tradición avalada por la legislación de su tiempo"(5).
En efecto, los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles atestiguan que esta llamada fue hecha según el designio eterno de Dios: Cristo eligió a los que quiso (cf. Mc 3,13-14; Jn 6,70), y lo hizo en unión con el Padre "por medio del Espíritu Santo" (Act 1,2), después de pasar la noche en oración (cf. Lc 6,12). Por tanto, en la admisión al sacerdocio ministerial(6), la Iglesia ha reconocido siempre como norma perenne el modo de actuar de su Señor en la elección de los doce hombres, que El puso como fundamento de su Iglesia (cf. Ap 21,14). En realidad, ellos no recibieron solamente una función que habría podido ser ejercida después por cualquier miembro de la Iglesia, sino que fueron asociados especial e íntimamente a la misión del mismo Verbo encarnado (cf. Mt 10,1.7-8; 28,16-20; Mc 3, 13-16; 16,14-15). Los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores(7) que les sucederían en su ministerio(8). En esta elección estaban incluidos también aquéllos que, a través del tiempo de la Iglesia, habrían continuado la misión de los Apóstoles de representar a Cristo, Señor y Redentor(9).

3. Por otra parte, el hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas, sino la observancia fiel de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo.
La presencia y el papel de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, si bien no están ligados al sacerdocio ministerial, son, no obstante, totalmente necesarios e insustituibles. Como ha sido puesto de relieve en la misma Declaración Inter insigniores, "la Santa Madre Iglesia hace votos por que las mujeres cristianas tomen plena conciencia de la grandeza de su misión: su papel es capital hoy en día, tanto para la renovación y humanización de la sociedad, como para descubrir de nuevo, por parte de los creyentes, el verdadero rostro de la Iglesia" (10). El Nuevo Testamento y toda la historia de la Iglesia muestran ampliamente la presencia de mujeres en la Iglesia, verdaderas discípulas y testigos de Cristo en la familia y en la profesión civil, así como en la consagración total al servicio de Dios y del Evangelio. "En efecto, la Iglesia defendiendo la dignidad de la mujer y su vocación ha mostrado honor y gratitud para aquellas que -fieles al Evangelio-, han participado en todo tiempo en la misión apostólica del Pueblo de Dios. Se trata de santas mártires, de vírgenes, de madres de familia, que valientemente han dado testimonio de su fe, y que educando a los propios hijos en el espíritu del Evangelio han transmitido la fe y la tradición de la Iglesia"(11).
Por otra parte, la estructura jerárquica de la Iglesia está ordenada totalmente a la santidad de los fieles. Por lo cual, recuerda la Declaración Inter insigniores : "el único carisma superior que debe ser apetecido es la caridad (cf. 1 Cor 12-13). Los más grandes en el Reino de los cielos no son los ministros, sino los santos" (12).

4. Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
Mientras invoco sobre vosotros, venerables Hermanos, y sobre todo el pueblo cristiano la constante ayuda del Altísimo, imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 22 de mayo, solemnidad de Pentecostés, del año 1994, decimosexto de pontificado.




(1) Cf. PABLO VI, Rescripto a la Carta del Arzobispo de Cantórbery, Revdmo. Dr. F.D. Coogan, sobre el ministerio sacerdotal de las mujeres, 30 noviembre 1975: AAS 68 (1976), 599-600: "Your Grace is of course well aware of the Catholic Church's position on this question. She holds that it is not admissible to ordain women to the priesthood, for very fundamental reasons. These reasons include: the example recorded in the Sacred Scriptures of Christ choosing his Apostles only from men; the constant practice of the Church, which has imitated Christ in choosing only men; and her living teaching authority which has consistently held that the esclusion of women from the priesthood is in accordance with the God's plan for his Church" (p. 599)
(2) Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Inter insigniores sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial, 15 octubre 1976: AAS 69 (1977), 98-116.
(3) Ibíd., 100.
(4) PABLO VI, Alocución sobre "El papel de la mujer en el designio de la salvación", 30 enero 1977: Insegnamenti XV, (1977), 111. Cf. también JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Christifideles laici, 30 diciembre 1988, 51: AAS 81 (1989), 393-521; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1577.
(5) Carta apostólica Mulieris dignitatem (15 agosto 1988), 26: AAS 80 (1988), 1715.
(6) Cf. Const. dogm. sobre la Iglesia, Lumen gentium, 28; Decreto Presbyterorum Ordinis, 2b.
(7) Cf. 1 Tim 3,1-13; 2 Tim 1,6; Tit 1,5-9.
(8) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1577.
(9) Cf. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 20.
(10) CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Inter Insigniores, VI: AAS (1977), 115-116.
(11) JUAN PABLO II, Carta apostólica Mulieris dignitatem, 27: AAS 80 (1988), 1719.
(12) CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración Inter insigniores, VI: AAS (1977), 115.

jueves, 1 de noviembre de 2012